jueves, 11 de diciembre de 2014

Mami: Operación elefante (fragmento)

VIII


Cuando Carlitos tenía dudas sobre algo, cuando lo atormentaba alguna situación difícil, ordenaba su mente volando una chichigua. El vuelo de la chichigua le daba paz y le inspiraba actitudes positivas. Para empezar, la chichigua lo ayudaba a elegir un solo punto focal y eso le permitía concentrarse. Mirar hacia un mismo sitio, mirar una sola cosa: la chichigua, solo la chichigua contra el azul del cielo, la chichigua danzarina, bailando una canción que le susurra el viento, vueltas suaves a la derecha, como si bailara un vals o un merengue lento, vueltas suaves a la izquierda, como si bailara un danzón o un tango. A veces, un giro rápido, una voltereta inesperada, ¿un rock and roll, tal vez?

Carlitos no tenía edad suficiente para reflexionar sobre algunas cosas, pero de haberla tenido, hubiera pensado que una chichigua es un símbolo de confianza, porque es un papel que vuela pendiendo de un hilo fino; hubiera pensado que una chichigua es un símbolo de valentía, porque, tan frágil como es, se eleva contra el viento fuerte, desafía el calor del sol y resiste la humedad de las nubes; hubiera pensado que una chichigua es imaginación con frenillo y cola, sueño multicolor, lápiz que escribe poemas en el aire, pincel que dibuja sonrisas, barcos, naves espaciales, un pez, una flor, escuelas, mariposas, elefantes…

¡Elefantes! Carlitos aún no conocía las palabras necesarias para tener esos pensamientos, pero los sentía, los intuía, en el corazón, en el estómago, en la mano con la que halaba y soltaba hilo para que la chichigua subiera o bajara.

Sí, volar chichigua inspiraba a Carlitos, elevaba su espíritu.

Luis Martin Gómez: Mami: Operación Elefante. Mar de tinta, Santo Domingo, 2014.
www.elefantamami.com


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