viernes, 5 de agosto de 2011

Palabras de presentación de Nostalgias de arena

Por Luis Martin Gómez

Me siento muy honrado de haber sido invitado por el Sr. Alejandro Santos, Vicepresidente Ejecutivo del Consejo Nacional para las Comunidades Dominicanas en el Exterior CONDEX, para presentar Nostalgias de arena, antología de escritores de las comunidades dominicanas en los Estados Unidos, que tuve la oportunidad de ver en primicia en mi calidad de corrector de las pruebas del libro.


Presentar esta obra me trae dos satisfacciones: en primer lugar, me permite participar en una actividad positiva como es la difusión de la literatura dominicana a través de una institución pública con buena imagen como el CONDEX; y en segundo lugar, me acerca en condiciones privilegiadas a una parte importante de la literatura de la diáspora dominicana en Estados Unidos.

Ya conocía los nombres sonoros de Junot Díaz, Julia Alvarez, René Rodríguez Soriano, José Acosta, Franklin Gutiérrez, Dinorah Coronado, Daysi Cocco y César Sánchez Beras, entre otros. Ahora, Nostalgias de arena, que contiene una muestra de poemas, cuentos y relatos de trece autores dominicanos que hacen literatura en distintos lugares de Estados Unidos, me ofrece la gran oportunidad de apreciar en un solo volumen los trabajos de Kianny Nioveling Antigua, Elizabeth Balaguer, Elsa Batista Pimentel, Yvelisse Fanith, Juan Matos, Keiselim Montás, Osiris Mosquea, Leonardo Nin, Willy Ramírez, Minelys Sánchez, Juan Nicolás Tineo, Jimmy Valdez y el mismo César Sánchez Beras.

Creo que esta es la primera utilidad que tiene esta antología: la de mostrar al público dominicano, y también al extranjero interesado en nuestra literatura, la labor literaria de nuestros escritores residentes en Estados Unidos. El otro papel que cumple es el que naturalmente desempeña toda obra sobre literatura: proporcionar textos para el disfrute de la lectura, presentar obras para la labor crítica, conservar como documento histórico la obra de arte.

Por naturaleza, las antologías son un mosaico diverso, irregular, tanto por a cantidad y variedad de los textos que contienen, como por la calidad de los trabajos. Nostalgias de arena también tiene esta especificidad. En ella encontramos diferentes propuestas estilísticas, temáticas, técnicas, con resultados que en general alcanzan lo satisfactorio y en algunos trabajos bordean la excelencia. En todos los casos, no obstante, hay un elemento común: la auténtica honestidad literaria de los escritores antologados, su firme compromiso con la lengua y sus posibilidades creativas.

No pretendo hacer un análisis de las obras seleccionadas pues ese papel no me corresponde; no soy crítico ni comentarista literario. Puedo, en cambio, ver esta obra como lector, quizás como lector atento o medianamente entrenado en literatura, y con esos ojos, noto que esta antología está atravesada de principio a fin por la nostalgia, considerada en su acepción más abarcadora de añoranza por el terruño, sus colores, sus olores, sus sonidos; por el humor y la solidaridad como signos de identidad; por el optimismo y la ingenuidad como formas de ser.

La nostalgia es recuerdo con ropa de luto, pensamiento con rostro triste, júbilo con sordina, gozo reflexivo, un pueblo visto desde la ventanilla de un autobús que avanza bajo la lluvia, el pozo donde vimos reflejar nuestros rostros maravillados por la aventura de andar en el bosque, chichiguas volando trémulas contra un cielo ambarino, la mirada que nos insinuó el amor por primera vez, unas manos, un aroma y seguro que una canción.

La nostalgia es todo eso y es, sobre todo, una manera de regresar. Claro que volver mediante el recuerdo  es un retorno diferente: la memoria se fermenta y pare mentiras que se mezclan con los hechos verdaderos, creando una nueva realidad que actúa como anestésico contra el dolor que nos provocara el desarraigo. Podremos estar en cualquier lugar del mundo pero esa memoria ya fabulada nos regala un pasaje en primera clase hacia el pasado, y especialmente hacia el territorio de la infancia.

Ana Ayuso, periodista y profesora de escritura creativa, en una selección de pensamientos sobre la literatura que tituló El oficio del escritor, dice que en ese ámbito entre lo real y lo imaginario que es la infancia se crea la tensión que marcará para siempre al escritor. “Si la escritura es causada por la inhalación de un virus- plantea la Ayuso- es seguro que el reservorio de ese virus se encuentra en la infancia”. Así, la abuela que recibió a su familia después de ser abandonada por el padre provocó que Isabel Allende escribiera tiempos después La casa de los espíritus, para “rescatar la memoria del pasado y sobrevivir a (su) propio espanto”. Gabriel García Márquez ha recreado numerosas veces su infancia a la que bautizó con un nombre que tiene fama universal: Macondo. El acto de circo de un personaje llamado Señor Eléctrico, que incluía efectos lumínicos y sonoros especiales, impresionó a un Ray Bradbury de doce años de edad y quizás condicionó la temática de su literatura. Ricardo Piglia, que acaba de ganar el premio internacional de novela Rómulo Gallegos por su obra Blanco nocturno, encontró su vocación al iniciar un diario en el que desahogó sus penas por haber abandonado, debido a razones familiares, el lugar de su infancia.

Además de ese efecto catártico, creo que la nostalgia opera también como un elemento de rebeldía contra el olvido. No recordar, o no querer hacerlo, puede reflejar cobardía, irresponsabilidad, si se quiere. La memoria recuperada a través de la literatura, por el contrario, es un acto de valentía que tiene su origen en la inconformidad que debe sentir siempre el creador auténtico, en ese afán, como señala Mario Vargas Llosa, de crear nuevos mundos que sustituyan la realidad con la que no está de acuerdo. “La ficción es una mentira que encubre una profunda verdad, afirma el Nobel peruano; ella es la vida que no fue, la que los hombres y mujeres de una época dada quisieran tener y no tuvieron y por eso debieron inventarla”.

Pienso que los textos que conforman Nostalgias de arena transpiran esa nostalgia y esa rebeldía. Melancolía por lo que sus autores han tenido que abandonar y tratan de recuperar a través de la memoria. Y deseo de transformar el mundo que viven por uno diferente que, aun partiendo de la realidad, arribará a un universo imaginario, alimentado por la ficción, y por tanto independiente, autárquico, como debe ser la buena literatura.

Apoyados sobre una vocación que resiste los avatares que acarrea el exilio, fortalecidos por el estudio académico de la literatura, los trece autores de Nostalgias de arena nos muestran con un respetable nivel de realización vivencias y sueños: Realismo con humor para tratar la sexualidad, fantasía con ribetes poéticos para abordar una historia infantil, la patria que se insinúa fantasmalmente en las calles mojadas de ciudades extrañas, la provincia reclamada desde la fría imponencia del rascacielo, la mirada crítica sobre el desgarrador fenómeno de la ilegalidad, la lengua esgrimida contra la transculturación, la nueva épica que se construye a partir de la aventura de la inmigración, el encuentro interior desde la otredad, la ruralidad rescatada paradójicamente en medio de la urbe que es símbolo de la modernidad y el progreso, la crónica en verso escrita durante el viaje en subway, la fascinación y al mismo tiempo el hastío por una realidad vertiginosa que contrasta con el ritmo aldeano que llevamos en las entrañas, blues que suenan sobre relatos que recuerdan a Cortázar y su deambular por Paris, la soledad, la sensación de ausencia, y por supuesto, el amor, ese combustible que siempre nos alumbra, no importa el tiempo ni el lugar… En fin, como dice en uno de sus poemas Ivelisse Fanith, escritora incluída en esta antología, : “la utopía cabalgando en el caballo alado de los sueños”.

Felicito sinceramente a los escritores representados en Nostalgias de arena, la antología auspiciada por el CONDEX, y me permito saludarlos en este regreso a la isla a través de la palabra.

Muchas gracias.

No hay comentarios: