Danilo Manera
La narrativa
dominicana se encuentra en este comienzo del siglo XXI en un período de gran
florecimiento y pujanza. En primer lugar, ahí están grandes maestros todavía
muy productivos. Baste con citar tres casos. Marcio Veloz Maggiolo (1936), el
intelectual dominicano más reconocido internacionalmente, publicó hace poco dos
magníficas novelas, Memoria tremens
en 2008 y Confesión de un guionista
en 2009. El veterano Armando Almánzar (1935) en los últimos años ha recopilado
los cuentos policiacos protagonizados por el capitán Cardona en el libro Ciudad en sombra (2004) y ha sacado las
novelas Desconocido en el parque
(2007) y Vórtice (2009), recibiendo
este año el Premio Nacional de Literatura por la labor de toda una vida. El
genio más controvertido e inclasificable de las letras dominicanas, Pedro Peix
(1952), después de ver recogidos sus extraordinarios cuentos completos en el
grueso y corrosivo volumen El amor es el
placer de la maldad (2006), ha publicado una novela que iba escribiendo
desde hace mucho tiempo, El clan de los
bólidos pesados (2010), un libro extenso con sorprendentes ilustraciones en
forma de collage, desenfrenado y provocativo, que no ha dejado de suscitar
escándalo. En él, una colorida horda de canallas extremadamente irreverentes se
mueve por los bajos fondos de una Nueva York imaginaria, impregnada de sexo y
violencia, arrastrada por la turbulenta y fastuosa creatividad lingüística del
autor.
En la
generación que se encuentra ahora en su plenitud la presencia femenina es
fuerte y decisiva, con trayectorias tan significativas como las de Ángela
Hernández (1954), Carmen Imbert Brugal (1955) o Emilia Pereyra (1963). Tampoco
faltan en el panorama jóvenes de indudable talento, como José Carlos Nazario
(1985) con las narraciones de Carne cruda
(2010) y Rey Emmanuel Andújar (1977), con la novela Candela (2006) y los cuentos de Amoricidio
(2007). Aquí deseo sin embargo señalar dos títulos de distinta índole, que
coinciden en su versátil aproximación al mundo de la infancia y adolescencia,
con notables dotes estilísticas y una habilidosa construcción literaria.
Palomos (2008) de Pedro Antonio
Valdez (1968) toma su título del apodo que se les da en República Dominicana a
los muchachos de las pandillas callejeras, y también a los novatos. El
protagonista, MC Yo, es en efecto un jovencísimo aprendiz, que busca su camino
entre videojuegos y computadora, a través de sus fricciones con la familia y
con el colegio, y dentro de la dinámica del grupo de coetáneos. La narración se
estructura en capítulos-canciones, como en un CD de rap y reguetón, animada por
el vocabulario y los giros típicos de los chiquillos de los barrios marginales,
con su cultura de cándida crueldad, hip hop, grafiti y temprana desilusión. En Papi (2005) de Rita Indiana Hernández
(1977) una niña describe, con imparable empuje fabulador, los raros encuentros
con su adorado papá, emigrante enriquecido con negocios turbios en Estados
Unidos, visto como el dueño del mundo, un semidiós, un supermacho rodeado de novias
y generoso como un político en campaña. También en estas páginas hierve en todo
momento el lenguaje de la niñez actual, con sus referentes concretos (por
ejemplo, las infinitas marcas comerciales, las películas y la televisión), su
expresividad popular y una tendencia a la exageración copiosa y delirante, a
ritmo de merengue urbano, que la acompaña hasta el amargo final.
Estas dos voces
narradoras, las de los menores protagonistas de Palomos y Papi, me
parecen las más asombrosas y reveladoras de la novela dominicana de hoy, sin
quitarle valor a otros logros bien significativos como Princesa
de Capotillo (2009) de Luis
R. Santos, que se desarrolla en un conocido barrio conflictivo de Santo
Domingo, o las novelas Perdidos en
Babilonia (2005) y La multitud
(2011) de José Acosta, ambas premiadas con el prestigioso galardón “Manuel de
Jesús Galván”. En el mundo del cuento mi preferencia va a un conjunto de textos
valientes y bien cincelados: Memoria de
la sangre (2008) de Luis Martín Gómez (1962), autor traducido también al
italiano (Juke box di sogni,
Perosini, Verona 2003). Se trata de cuentos que, a través de la ficción, se
atreven a meterse en las entrañas de la terrible época de los Doce Años del
gobierno opresivo de Joaquín Balaguer (1966-1978). Luis Martín Gómez, excelente
periodista cultural, confirma aquí su gran agudeza en la escritura de formas
breves o brevísimas, como en las tres minificciones humorísticas inéditas que
ha tenido la bondad de enviarnos para este suplemento virtual, y que ofrecemos
a continuación:
Desierto
Escuché que decían que el
espejismo era yo.
La
cita
Hoy no vino el muchacho a
quien veo todas las mañanas en el espejo. Dicen que anoche tuvo un accidente
fatal.
Oscar
Hacía de doble en las escenas
de muerto. Su última actuación fue tan convincente que le dieron un Oscar
póstumo.
El autor es escritor y crítico literario
Publicado en Duende, suplemento virtual de Quaderni Ibero Americani, Número 3, Noviembre 2012, Literatura Dominicana Actual
Publicado en Duende, suplemento virtual de Quaderni Ibero Americani, Número 3, Noviembre 2012, Literatura Dominicana Actual
2 comentarios:
Me gusta este tipo de opinario critico de mi dilecto amigo, Luis Martin Gomez, quien se empena en mantenernos en el filo de la informacion literaria, desempenando una limpia intenmcion estetica del parnaso literario actual.
Me gusta este tipo de opinario critico de mi dilecto amigo, Luis Martin Gomez, quien se empena en mantenernos en el filo de la informacion literaria, desempenando una limpia intenmcion estetica del parnaso literario actual.
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