Por Luis Martin Gómez
Narradora, ensayista, coordinadora de La Tertulia de la Academia Dominicana de la Lengua Española
“El 23 de junio de 1908, Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga decidió tomar el nombre del poeta italiano Gabrielle D’Annunzio y el apellido del escritor francés Frédéric Mistral para darse a conocer en el mundo literario como Gabriela Mistral”.
Quien nos revela este bautizo de la poetisa chilena ganadora en 1945 del Premio Nobel de Literatura es la narradora y ensayista dominicana Ofelia Berrido, quien tuvo a su cargo la presentación en República Dominicana de la Antología en verso y prosa de Gabriela Mistral, libro editado por la Asociación de Academias de la Lengua Española en ocasión del V Congreso Internacional de la Lengua Española que se celebraría en Chile, y que reúne los cuatro libros que la Mistral publicó en vida: Desolación, Ternura, Tala y Lagar; las obras que no llegó a publicar: Poema de Chile y Lagar II; una selección de poemas inéditos tomados de Reino y Almácigo; y muestras de su prosa, riquísima pero desconocida.
Antes de adoptar el nombre con el que se hizo célebre, Gabriela firmó sus trabajos con otros seudónimos, como Soledad, Alguien y Alma. Resulta curioso que los dos poetas chilenos que han obtenido el Nobel no utilizaran sus nombres de pila: ni Gabriela Mistral, que como vimos se llamaba Lucila, ni Pablo Neruda, que en realidad se llamaba Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto.
LMG ¿Cómo fue el encuentro entre Gabriela y Pablo?
OB Ella lo conoció en 1920 cuando pidió ser trasladada desde Punta Arenas a Temuco, donde vivía Neruda. Ella le recomendó leer las novelas de los grandes escritores rusos, cuya influencia Neruda reconocería después.
Los poemas de Mistral y de Neruda tendrían un punto de encuentro en lo telúrico, fruto del impacto que habría causado en su sensibilidad artística los contrastes del paisaje chileno. Pero luego, mientras la poesía de Neruda se decanta por el amor y la lucha social, la de la Mistral parece encontrar su nicho en la muerte.
OB La muerte parecía perseguirla, su novio Romelio Ureta Carvajal, considerado su gran amor, se suicidó por unas deudas; también se suicidó, pero por un desengaño amoroso, su hijo de crianza Yin Yin; y lo mismo hicieron sus amigos el escritor judío Stefan Zweig y su esposa, ante el temor de que serían entregados a los nazis. Pero además, Gabriela Mistral sufrió varios abandonos que vienen a ser, si se quiere, una forma de muerte, como la partida de su padre cuando ella sólo tenía tres años de edad, o el desprecio de Alfredo Videla y Manuel Magallanes, con quienes se les relaciona amorosamente.
La tragedia de Romelio Ureta Carvajal, quien al momento de su muerte llevaba en su cartera una foto y una nota de Gabriela Mistral, inspiraron a la poetisa los Sonetos de la muerte, con los cuales obtuvo el primer premio en los Juegos Florales de Santiago. En la gala de premiación, envió a otra persona a recoger el galardón mientras ella observaba desde la sala repleta de gente.
La primera
Además de ser el primer nobel literario latinoamericano, y por tanto, la primera mujer de este continente en obtenerlo, Gabriela Mistral tiene el gran mérito de haber sido una de las grandes pedagogas de su tiempo, habiendo hecho significativos aportes al sistema de enseñanza que aún siguen vigentes.
OB Gabriela realizó una gran labor pedagógica en Chile pero sobre todo en México, invitada por los Maestros Misioneros, orden de educadores forjada alrededor de la revolución mexicana. En 1922, el ministro mexicano de educación, José Vasconcelos, le pidió que participara en los planes de reforma de la educación de ese país.
Ofelia Berrido cuenta que entre los aportes de la Mistral al sistema educativo mexicano pueden citarse la ley de jubilación de los maestros rurales, el método de enseñanza de primeras letras para campesinos y comunidades marginales, la creación de las escuelas nocturnas y la organización de las bibliotecas ambulantes. “Su labor educativa en ese país fue tan trascendental, que el gran escritor mexicano Octavio Paz dijo: “Olvidar a Gabriela Mistral es olvidar una de nuestras fuentes y esto más que que una falta de cultura es un pecado espiritual”.
Antes, en su Chile natal, había provocado la irritación de sus colegas porque obtuvo el título oficial de Profesora de Estado por convalidación de sus conocimientos y experiencias, no por haber ido a la universidad.
Gabriela en Santo Domingo
Quizás muchos lo sabían pero otros no (yo entre ellos, lo confieso); por eso, Ofelia Berrido me dio la noticia como si hubiera ocurrido ayer.
OB Estuvo aquí en el 1931, invitada por el grupo Club Nosotras y gracias a las gestiones de Federico Henríquez y Carvajal. Aunque sólo permaneció tres días en la isla, fue un gran acontecimiento para la intelectualidad dominicana.
La visita, según relata el escritor mocano Julio Jaime Julia en su ensayo Alabanza de Gabriela Mistral, que Ofelia Berrido cita en su presentación a la antología de esta poetisa, fue saludada con trabajos de Angel Rafael Lamarche, Flérida de Nolasco, Amada Nivar Pittaluga, Abigaíl Mejía y Juan B. Lamarche, entre otros. Julio Jaime Julia destaca el intercambio de cartas entre la Mistral y los dominicanos Federico Henríquez y Carvajal, Fabio Fiallo y Delia Weber…
El 10 enero de 1957, en una Nueva York cubierta por la nieve, la muerte alcanzó a Gabriela o a Lucila. Supongo que no hubo sobresaltos. Simplemente, se miraron como viejas amigas.
El autor es periodista y escritor
No hay comentarios:
Publicar un comentario