Médico y escritor
dominicano residente en Estados Unidos, autor de los libros de ensayos
Extrasístoles, Seducir los sentidos y Cuerpo (accidente y geografía).
Por Luis Martin Gómez
Cuando
Jochy Herrera te dedica su libro con la frase “de todo corazón”, no está usando
un cliché típico de los escritores, sino expresándote uno de los sentimientos que
mejor conoce. Es cardiólogo. Y de los buenos, de esos que asumen su oficio como
un compromiso con la salud y con la ciencia.
Pero
también es ensayista exquisito que aborda los más variados temas con una hondura
de pensamiento y una claridad expositiva que hacen que uno disfrute sin
complicaciones este género por lo común intrincado y muchas veces árido, escaso
de amenidad.
Aprecié esa
cualidad suya de erudito divertido, de sabio salsozo, en su primer libro de ensayos: Extrasístoles (y otros accidentes), y ahora la confirmo en esta
nueva obra: Cuerpo (accidente y
geografía), composición coral donde suenan con similar intensidad materia y
espíritu, lengua e imagen, fe y duda, deseo y sufrimiento, testimonio y sueño.
El cuerpo, no obstante, es el protagonista indiscutible de estas cavilaciones.
LMG Por que habrá elegido el alma un habitáculo
tan débil y relativamente asqueroso como el cuerpo, lleno de viscosidades,
fluidos y flatulencias desagradables?
JH Un pensador
francés se cuestiona eso mismo y se pregunta cómo puede ser el cuerpo hogar del
alma pensante y al mismo tiempo su cementerio. Pienso que llegará un momento de la evolución en que todo estará
bien, todo será perfecto, todo será justo. La evolución irá moldeando el cuerpo hasta el punto en que no nos hagamos daño unos a
otros. No creo que sea rechazable esa parte natural del cuerpo, lo fétido, lo
flatulento. Uno se cuestiona cómo una cosa tan
animal como el cuerpo pueda ser portador de un ser humano. La respuesta es que porta
el alma, el espíritu, que es lo engrandecedor.
Pero el
cuerpo no solo sobrelleva la gran responsabilidad de acoger el alma, don divino
o reacción química cerebral, según se mire, sino que además debe soportar, pese
a su vulnerabilidad, una compleja conjunción de funciones: biológica,
intelectual, espiritual, científica. Jochy Herrera sugiere cómo manejar esta
multiplicidad de asuntos sin poner en riesgo nuestra integridad: “El doctor
Herrera te daría la receta más fácil, que podemos encontrar en un libro o ver
en televisión, que es cuidarse, hacer ejercicio, comer bien. Jochy, el
escritor, te diría que si logramos combinar la pasión que nos mueve con
justicia y un poquito de bondad, creo que lograríamos el cuerpo ideal. Ese era,
básicamente, el sueño de los helénicos. Creo que cuando
logremos combinar esa parte médica, de salubridad, con esa otra parte más
ontológica del ser humano, como individuo pensante, tolerante, muchas cosas
cambiarán”.
La paradoja
es que la ciencia, que en muchos casos se manifiesta deshumanizada, símil de un
taller de recambio, cada vez más está convirtiendo al cuerpo en algo sustituible,
innecesario incluso para la maternidad, ese momento singular de la evolución.
JH Indudablemente, los cuerpos reguladores del ejercicio social deberían
estar alarmados con el poder de la ciencia. Es muy difícil para el cuerpo como
entidad individual controlar eso porque es un reflejo del entorno social. Por
otro lado, me pongo al lado de los que no tienen la fortuna de la maternidad y
pienso que tienen el derecho de aprovechar los avances científicos que la
permiten. Pero lo importante es saber en qué momento detener esto, porque así
como se han hecho bombas atómicas para propósitos destructivos, también se ha
utilizado la energía nuclear con fines positivos.
Desnudez y tortura
En su doble
ejercicio de científico y humanista, Jochy Herrera cuestiona el sentido ético
de la cirugía plástica, señalando que en la mayoría de los casos los cambios al
cuerpo no parten de una decisión de la persona sino de la imposición de un
patrón de belleza que responde a criterios mercadológicos. “Es lo que yo llamo
la ética de la estética plástica. Se ha conformado toda una ética, que es casi
un ethos, de lo que debe ser hermoso, que se está imponiendo desde la
televisión y el internet, y gracias a los cirujanos estéticos, cualquiera que
pueda pagar puede cambiar lo que quiera de su cuerpo. No estoy en contra del
derecho a mejorar la imagen sino a la imposición de un modelo de belleza”.
El autor
también explora la desnudez, esa delicia para los sentidos condenada en el
génesis, rescatada en el renacimiento, mal vista durante la época victoriana y
que ahora se expresa, según Herrera, a través de la pornografía.
JH Pornografía, en el sentido de abaratar la imagen y hacerla pública. No
estoy hablando de pornografía en el sentido sexual sino en relación al abuso y sobreexposición
del cuerpo. La electrónica se ha apoderado de nuestras relaciones
sentimentales. En nuestra época nos enamorábamos haciendo esquina. Hoy se envía
un mensaje de texto o se usa el facebook.
Y no estoy en contra de la tecnología pero temo que esa parte humana de
nosotros va a desaparecer. Hoy día la preeminencia del desnudo se debe al
mercado, a la tiranía de la imagen.
Yéndose al
lado opuesto, Herrera analiza la tortura al cuerpo y sus consecuencias. Lo hace
partiendo de los grabados del artista colombiano Fernando Botero sobre las
torturas a prisioneros en Abu Ghraib, destacando tanto la atrocidad del hecho
como la contradicción de que quien lo comete es la Nación que más presume de su
respeto a los derechos humanos.
JH Durante esa era nefasta que fue el gobierno del clan Bush, Cheney,
Rumsfeld y Rice, la tortura llegó a tener una importancia tal que se convirtió
en tema de debate, en el que esas personalidades intentaron justificar la
tortura, e incluso trataron de cambiar su definición. Por ejemplo, el
ahogamiento o waterboarding se
consideró como una “técnica de investigación”, no como un método de tortura. La
paradoja es esa, la doble moral, la hipocresía de que ese sector, que en un
momento se consideraba abanderado de la justicia dada por Dios, cometió las
injusticias más atroces.
El autor es periodista y escritor
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