VIII
Cuando Carlitos tenía dudas sobre algo, cuando lo
atormentaba alguna situación difícil, ordenaba su mente volando una chichigua.
El vuelo de la chichigua le daba paz y le inspiraba actitudes positivas. Para
empezar, la chichigua lo ayudaba a elegir un solo punto focal y eso le permitía
concentrarse. Mirar hacia un mismo sitio, mirar una sola cosa: la chichigua,
solo la chichigua contra el azul del cielo, la chichigua danzarina, bailando
una canción que le susurra el viento, vueltas suaves a la derecha, como si
bailara un vals o un merengue lento, vueltas suaves a la izquierda, como si
bailara un danzón o un tango. A veces, un giro rápido, una voltereta
inesperada, ¿un rock and roll, tal vez?
Carlitos no tenía edad suficiente para reflexionar
sobre algunas cosas, pero de haberla tenido, hubiera pensado que una chichigua
es un símbolo de confianza, porque es un papel que vuela pendiendo de un hilo
fino; hubiera pensado que una chichigua es un símbolo de valentía, porque, tan
frágil como es, se eleva contra el viento fuerte, desafía el calor del sol y
resiste la humedad de las nubes; hubiera pensado que una chichigua es
imaginación con frenillo y cola, sueño multicolor, lápiz que escribe poemas en
el aire, pincel que dibuja sonrisas, barcos, naves espaciales, un pez, una
flor, escuelas, mariposas, elefantes…
¡Elefantes! Carlitos aún no conocía las palabras
necesarias para tener esos pensamientos, pero los sentía, los intuía, en el
corazón, en el estómago, en la mano con la que halaba y soltaba hilo para que
la chichigua subiera o bajara.
Sí, volar chichigua inspiraba a Carlitos, elevaba su
espíritu.
Luis Martin Gómez: Mami: Operación Elefante. Mar de tinta, Santo Domingo, 2014.
www.elefantamami.com
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