Fotógrafo, empresario audiovisual, autor de la exposición Constanza en blanco y negro
Por Luis Martin Gómez
Creo que de niños a todos nos quedó un reto pendiente, algún río sinuoso donde no nos atrevimos a bañarnos, una charca misteriosa a la que nos dio miedo saltar, una chica un poco mayor a la que nos quisimos declarar pero frente a la cual nos quedamos mudos, una chichigua por encampanar, un tejado al que subir… A Rubén Abud le quedaron ganas de escalar la Loma de la Ochenta, en su natal Constanza.
RA Anduve por todas las montañas que rodean el valle pero me faltó esa loma que en la cima tenía un letrero que decía “Balaguer 74-78”.
Rubén cuenta que la Loma de la Ochenta fue bautizada de esa forma porque cuando la incursión guerrillera del 1959 el Ejército Nacional colocó en ella una metralleta calibre 80 para repeler a los rebeldes. Unas décadas después, Abud logró coronarla, y dice que lo vio desde allí es indescriptible.
RA Se ve el valle completo, y al amanecer, cuando aún no apagan las luces de las casas y la niebla cubre todo el pueblo, se crea una atmósfera mágica, que parece de película, como la de la montaña de Encuentro cercano del tercer tipo.
Esa fotografía, que el autor tituló Luces bajo la neblina, es una de las treinta imágenes que integran la exposición Constanza en blanco y negro, una muestra de alto nivel artístico que evidencia no sólo un excelente ojo para el paisaje, sino también una gran destreza técnica para dominar los altos contrastes y la difícil gama de los grises. De primera intención, llama la atención que Rubén haya elegido el blanco y negro para enseñarnos el lugar de la isla donde están todos los colores de la naturaleza y vibran con mayor intensidad.
RA Siempre me ha gustado ver a Constanza en blanco y negro. Es una manera de regresar al pasado y vivir de nuevo momentos de mi niñez en los que fui muy feliz. Recuerdo que en la casa de mis padres había cajas repletas de fotografías y todas eran en blanco y negro. Mi propósito con esta exposición es que la gente admire la belleza de este valle encantado en su más genuina desnudez, evitando las distracciones que provoca el color.
Para registrar esa montaña que se mira en el agua, esas nubes rizadas como una cabellera, ese hombre que se esfuma en la niebla, esa luna serena ante las cruces de la iglesia; Rubén Abud estudió a grandes maestros de la fotografía como Henri Cartier-Bresson y Ansel Adams, investigación a la que ha añadido una experiencia de más de una década que empezó con las orientaciones del gran fotógrafo dominicano Leopoldo Perera Acta y ha sumado su labor como Foto Fija (Still Photografy) de doce producciones cinematográficas realizadas en el país.
Celuloide y pixeles
Aunque hizo la transición a la fotografía digital en 2004, empujado por la tecnología y por un aparatoso fracaso en el laboratorio donde procesaba sus negativos, Rubén Abud parece sentir nostalgia por los rollos de celuloide con los que inició su oficio. “Mi cámara digital es full frame, es decir, registra tanta información como un positivo de 35 mm., pero definitivamente no es igual al celuloide”. Refiere que una amiga curadora que le ayudaba a seleccionar unas fotografías para una publicación se sintió atraída por una de las imágenes que le pareció particularmente hermosa: era la única del conjunto que había sido tomada con película. “Ella vio una textura diferente, una tonalidad especial, algo que no se puede explicar con palabras y que creo tiene que ver con la forma en que el cerebro percibe y procesa una imagen”. De todas formas, Rubén tiene muy claro las ventajas del sistema digital, cuyas numerosas facilidades han democratizado la fotografía, a tal punto, que tal vez hayan socavado su sentido artístico.
RA Esa democratización es buena porque abre oportunidades para todos los interesados en la fotografía, pero por otro lado, hay que reconocer que muchos perjudican los estándares profesionales al arriesgarse con proyectos para los que no están debidamente capacitados.
Abud contribuye con esta formación necesaria desde su Instituto Dominicano de Fotografía, el cual regentea simultáneamente con su tienda de productos audiovisuales, una de las más completas de Santo Domingo, o tal vez la que más. Pero también demuestra con su propio ejemplo los niveles de pasión, rigurosidad y disciplina que hay que alcanzar para llegar a ser un fotógrafo en el sentido más estricto del término y poseer la técnica y sensibilidad para crear un puñado de excelentes obras como las de Constanza en blanco y negro, una exposición que además de representar un homenaje de este artista a su pueblo natal, tiene el propósito de recaudar fondos a beneficio del Patronato de Rehabilitación en Constanza, motivar el reinicio de la Semana Cultural de ese municipio, y proponer la construcción del Mirador de la 80, nuevo punto turístico desde donde los lugareños y visitantes verán a Constanza con ojos diferentes, y seguramente, después de recuperar el aliento, a través del visor de una cámara.
El autor es periodista y escritor
Entrevista en video disponible en www.youtube.com/yolayelou
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