sábado, 2 de febrero de 2013

José Miguel Gómez: “Duarte ha sido el político dominicano más sano”


Psiquiatra, investigador y educador en salud mental

 Por Luis Martin Gómez

Uno ama al personaje. Más: lo venera, y quisiera quedarse sólo con la parte positiva, con sus logros, el ejemplo. Pero por aquello de que “amor no quita conocimiento”, uno no puede evitar fijarse en sus defectos, en las acciones que desentonan con el propósito mayor del personaje, a quien por amor y veneración tendemos a idealizar.

Paco Ignacio Taibo II, hablando sobre su excelente biografía Ernesto Guevara, también conocido como el Che, advierte que si encuentra alguna m... del biografiado al que admira, no la ocultará. Posición honesta y valiente de quien desea retratar de cuerpo entero, con virtudes y debilidades, al héroe que a fin de cuentas es un ser humano y no un dios perfecto e inconmovible.

Los santos son útiles para los milagros pero muy aburridos para las semblanzas. Siempre aciertan, y si se equivocaran, sus yerros serían interpretados por sus apasionados seguidores como prueba de una Fe que tomó coyunturalmente caminos retorcidos. Surgen, entonces, los mitos, que como dice Roland Barthes, “nos arrojan hacia un prototipo inmóvil”, ampliando, quizás, el ámbito de nuestros sueños, pero sin dudas limitando nuestra capacidad de emular a ese ser al que la perfección hace inalcanzable.

 Yo me he estado acercando a Duarte, con ayuda de historiadores, libros y documentos, y en la senda hacia el Patricio, he ido descubriendo a un hombre integro, valiente, visionario y coherente, y al mismo tiempo,  a una persona atormentada por la mezquindad de sus contemporáneos, traumatizada por el atropello contra él y su familia, excesivamente tolerante ante el engaño de que fue víctima repetidas veces, resignada cuando correspondía ser rebelde, vacilante cuando tocaba ser firme, y con tendencia a la renuncia y al sacrificio.

A los ojos del lego, que son los míos, se pudiera pensar que Juan Pablo Duarte padecía alguna patología mental. Por ejemplo, su decisión de errar durante años por la selva venezolana, perdiendo contacto con sus familiares y amigos, pudiera interpretarse como un signo de lo que hoy se conoce como depresión. El psiquiatra José Miguel Gómez, a quien pedimos ayuda para entender esa actitud del Patricio, considera que en ese momento específico de su vida no se puede hablar de depresión en Duarte.

JMG Nunca en Juan Pablo Duarte hay una ruptura de su pensamiento o una discontinuidad de su proyecto de vida. Es lógico pensar que Duarte pudo haber tenido en algún momento cambios en su estado de ánimo, y hasta una depresión reactiva, motivada por un factor externo. Pero eso es diferente a una persona que tiene una depresión mayor, con cambio de humor, que no se quiere higienizar, que no quiere asumir la vida, que le da lo mismo morirse o suicidarse.

José Miguel Gómez piensa que ese deambular sin sentido de Duarte durante su segundo exilio fue más bien una reacción inadaptativa, una evitación de las circunstancias que le provocaron un trauma, empleada como una forma de auto preservación. La ruptura de sus dos compromisos amorosos tampoco es señal significativa para Gómez, sino un asunto de prioridades “Claro que a Duarte le interesaban las relaciones de pareja, pero una persona como él,  con una vida muy cargada de propósitos, tiende a postergar mucho el proyecto de familia”.

A juicio de Gómez, Duarte no hizo una renuncia prolongada de sí mismo, sino que se abstenía conscientemente de participar en cualquier acción que considerara inmoral, aun sirviera para conseguir sus objetivos. “Duarte poseía no solo alta inteligencia cognitiva sino también espiritual, y tenía un gran sentido de la trascendencia. Por eso, si una acción estaba fuera del contexto humanístico en que desempeñaba su pensamiento y acción, cedía voluntariamente el espacio”.

Fiebres y migrañas
A uno le llama la atención el hecho de que el Patricio se enfermaba previo a momentos decisivos, como en 1844, cuando esperaba el transporte que lo regresaría desde Curazao a Santo Domingo, proclamada ya la independencia; o cuando salió exiliado hacia Hamburgo, también en 1844, tras ser declarado traidor a la patria y condenado a muerte; o en 1864, antes de sumarse a la lucha contra la anexión a España.

LMG ¿Somatizaba Duarte sus estados de ánimo, enfermaba cuando estaba sometido a presión extrema?

JMG  No hay evidencias de alguna enfermedad psicosomática, hipocondriaca, en Duarte. Uno sabe que una persona que está sometida a una condición de estrés permanente, como era su caso, puede tener una respuesta física, como una ulcera gástrica, una colitis, un dolor muscular, una migraña; pero en la historiografía no se describe ninguna enfermedad que lo sacara de su funcionalidad ni su adaptabilidad.

Duarte habría sido víctima de lo que José Miguel Gómez llama la patología social dominicana, que pare por montones dirigentes oportunistas, gobernantes clientelistas y dictadores o aspirantes a serlo. “Por eso yo sostengo que Duarte ha sido el político dominicano más sano, porque no tuvo ninguna conducta moral rechazable, no fue un arribista que usó la política para ascender socialmente, no sintió ansias desmedidas de reconocimiento, no hizo maniobras o arreglos para lograr beneficios personales o de grupos, y en la estructura del súper yo, encontramos a un individuo patológicamente honesto, inflexible en sus propósitos patrióticos”.

Duarte en el diván
Temperamento: sanguíneo-flemático
Rasgo obsesivo: meticuloso, detallista, organizado, perseverante, planificador, inflexible
Contexto familiar favorable: familia autoritativa, que es el mejor modelo, porque hay reglas, orden, pero también afectos, compromisos y oportunidades para el desarrollo
Estructuras emocionales positivas: alegría, felicidad, proyecto de vida, altruismo, solidaridad, pensamiento sano y conducta sana.

El autor es periodista y escritor





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