Psiquiatra, investigador
y educador en salud mental
Por Luis Martin Gómez
Uno ama al
personaje. Más: lo venera, y quisiera quedarse sólo con la parte positiva, con
sus logros, el ejemplo. Pero por aquello de que “amor no quita conocimiento”,
uno no puede evitar fijarse en sus defectos, en las acciones que desentonan con
el propósito mayor del personaje, a quien por amor y veneración tendemos a
idealizar.
Paco
Ignacio Taibo II, hablando sobre su excelente biografía Ernesto Guevara, también conocido como el Che, advierte que si
encuentra alguna m... del biografiado al que admira, no la ocultará. Posición
honesta y valiente de quien desea retratar de cuerpo entero, con virtudes y
debilidades, al héroe que a fin de cuentas es un ser humano y no un dios
perfecto e inconmovible.
Los santos
son útiles para los milagros pero muy aburridos para las semblanzas. Siempre
aciertan, y si se equivocaran, sus yerros serían interpretados por sus
apasionados seguidores como prueba de una Fe que tomó coyunturalmente caminos
retorcidos. Surgen, entonces, los mitos, que como dice Roland Barthes, “nos
arrojan hacia un prototipo inmóvil”, ampliando, quizás, el ámbito de nuestros sueños,
pero sin dudas limitando nuestra capacidad de emular a ese ser al que la
perfección hace inalcanzable.
Yo me he estado acercando a Duarte, con ayuda
de historiadores, libros y documentos, y en la senda hacia el Patricio, he ido
descubriendo a un hombre integro, valiente, visionario y coherente, y al mismo
tiempo, a una persona atormentada por la
mezquindad de sus contemporáneos, traumatizada por el atropello contra él y su
familia, excesivamente tolerante ante el engaño de que fue víctima repetidas
veces, resignada cuando correspondía ser rebelde, vacilante cuando tocaba ser
firme, y con tendencia a la renuncia y al sacrificio.
A los ojos
del lego, que son los míos, se pudiera pensar que Juan Pablo Duarte padecía
alguna patología mental. Por ejemplo, su decisión de errar durante años por la
selva venezolana, perdiendo contacto con sus familiares y amigos, pudiera
interpretarse como un signo de lo que hoy se conoce como depresión. El
psiquiatra José Miguel Gómez, a quien pedimos ayuda para entender esa actitud
del Patricio, considera que en ese momento específico de su vida no se puede
hablar de depresión en Duarte.
JMG Nunca en Juan Pablo Duarte hay una ruptura de
su pensamiento o una discontinuidad de su proyecto de vida. Es lógico pensar
que Duarte pudo haber tenido en algún momento cambios en su estado de ánimo, y
hasta una depresión reactiva, motivada por un factor externo. Pero eso es
diferente a una persona que tiene una depresión mayor, con cambio de humor, que
no se quiere higienizar, que no quiere asumir la vida, que le da lo mismo
morirse o suicidarse.
José Miguel
Gómez piensa que ese deambular sin sentido de Duarte durante su segundo exilio
fue más bien una reacción inadaptativa, una evitación de las circunstancias que
le provocaron un trauma, empleada como una forma de auto preservación. La
ruptura de sus dos compromisos amorosos tampoco es señal significativa para
Gómez, sino un asunto de prioridades “Claro que a Duarte le interesaban las
relaciones de pareja, pero una persona como él, con una vida muy cargada de propósitos, tiende
a postergar mucho el proyecto de familia”.
A juicio de
Gómez, Duarte no hizo una renuncia prolongada de sí mismo, sino que se abstenía
conscientemente de participar en cualquier acción que considerara inmoral, aun
sirviera para conseguir sus objetivos. “Duarte poseía no solo alta inteligencia
cognitiva sino también espiritual, y tenía un gran sentido de la trascendencia.
Por eso, si una acción estaba fuera del contexto humanístico en que desempeñaba
su pensamiento y acción, cedía voluntariamente el espacio”.
Fiebres y migrañas
A uno le
llama la atención el hecho de que el Patricio se enfermaba previo a momentos
decisivos, como en 1844, cuando esperaba el transporte que lo regresaría desde
Curazao a Santo Domingo, proclamada ya la independencia; o cuando salió
exiliado hacia Hamburgo, también en 1844, tras ser declarado traidor a la
patria y condenado a muerte; o en 1864, antes de sumarse a la lucha contra la anexión
a España.
LMG ¿Somatizaba Duarte sus estados de ánimo,
enfermaba cuando estaba sometido a presión extrema?
JMG No hay
evidencias de alguna enfermedad psicosomática, hipocondriaca, en Duarte. Uno
sabe que una persona que está sometida a una condición de estrés permanente,
como era su caso, puede tener una respuesta física, como una ulcera gástrica,
una colitis, un dolor muscular, una migraña; pero en la historiografía no se
describe ninguna enfermedad que lo sacara de su funcionalidad ni su
adaptabilidad.
Duarte
habría sido víctima de lo que José Miguel Gómez llama la patología social
dominicana, que pare por montones dirigentes oportunistas, gobernantes
clientelistas y dictadores o aspirantes a serlo. “Por eso yo sostengo que
Duarte ha sido el político dominicano más sano, porque no tuvo ninguna conducta
moral rechazable, no fue un arribista que usó la política para ascender
socialmente, no sintió ansias desmedidas de reconocimiento, no hizo maniobras o
arreglos para lograr beneficios personales o de grupos, y en la estructura del
súper yo, encontramos a un individuo patológicamente honesto, inflexible en sus
propósitos patrióticos”.
Duarte en el diván
Temperamento: sanguíneo-flemático
Rasgo obsesivo: meticuloso, detallista, organizado, perseverante, planificador, inflexible
Contexto familiar favorable: familia autoritativa, que es el mejor modelo, porque hay reglas, orden, pero también afectos, compromisos y oportunidades para el desarrollo
Rasgo obsesivo: meticuloso, detallista, organizado, perseverante, planificador, inflexible
Contexto familiar favorable: familia autoritativa, que es el mejor modelo, porque hay reglas, orden, pero también afectos, compromisos y oportunidades para el desarrollo
Estructuras
emocionales positivas: alegría, felicidad, proyecto de vida, altruismo,
solidaridad, pensamiento sano y conducta sana.
El autor es periodista y escritor
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