viernes, 29 de junio de 2012

José Alcántara Almánzar: “Retraté la realidad atroz de los doce años”


Educador, escritor y crítico literario. Ha obtenido los más importantes premios literarios del país, incluyendo el Premio Nacional de Literatura por el conjunto de su obra.

Por Luis Martin Gómez

En 1978, último año de esa dictadura con sordina que fue el régimen de los doce años de Joaquín Balaguer, José Alcántara Almánzar publicó Testimonios y profanaciones, en el que trabaja en dos direcciones claramente diferenciadas y sin embargo intercomunicadas mediante el tratamiento del autoritarismo en sus diversas manifestaciones. Por un lado, el libro contiene relatos breves que presentan distintas situaciones de abuso de autoridad enfocadas desde los puntos de vista social y político; y por otro, ofrece cuentos que exploran el ejercicio de la autoridad desde el ámbito de lo íntimo, empleando una rica variedad de recursos expositivos como la parodia, la introspección psicológica y el realismo, que aportan efectividad a las tramas y credibilidad a las historias  que se cuentan.


LMG Profesor, me llamó la atención en los relatos cortos la distancia que toma el narrador de los episodios violentos que narra, dejando que sea el lector quien juzgue esos hechos. ¿Cómo logró esa objetividad, tomando en cuenta que el contexto en que escribió esos trabajos fue el de los doce años de Balaguer?

JAA En todo cuento debe haber la mínima intromisión del escritor en lo que dice. Opinar, enjuiciar, moralizar, comentar, es lo peor que puede hacer un narrador de cuentos. Por el contrario, es el lector quien debe hacerse una idea de lo que se cuenta, a través de las palabras y no porque el narrador se lo sugiera o diga. En el caso de estos relatos, hay un antecedente ilustre que me sirvió de modelo, el libro Así en la paz como en la guerra, de Guillermo Cabrera Infante. Sus viñetas se refieren a la dictadura de Batista, y son así: breves, incisivas, objetivas. Yo quise hacer lo mismo con la realidad política dominicana de entonces, que era una realidad atroz, caracterizada por la represión política, para lo cual empleé un enfoque que fuera como una cámara moviéndose delante de un hecho, sin enjuiciar lo que se cuenta. ¿Cómo lo logré? Creo que ayudó mi formación de sociólogo, profesional que debe ser lo más objetivo posible cuando estudia una realidad.

Otro aspecto que llama la atención en estos relatos breves de José Alcántara es la referencia a la represión o el abuso de poder de manera contigua y no anecdótica o histórica, lo cual refuerza el carácter ficticio que distingue a la buena literatura, liberándola del anclaje de la realidad que la inspiró. En su obra Seis ensayos sobre narrativa dominicana contemporánea, la profesora de literatura y crítica literaria belga Rita De Maeseneer considera que una de las limitaciones de muchas de las obras dominicanas que tratan sobre la figura del dictador es su dependencia directa del hecho histórico, provocando confusión entre literatura e historia. Al respecto, propone narrar lo histórico desde el ámbito privado, tomando en consideración la intrahistoria, así como trabajar el tema histórico de manera tangencial. Esta sugerencia es relativamente reciente, pero José Alcántara ya la aplicaba a finales de los setenta en estos relatos que, gracias a ello, más de tres décadas después mantienen la misma actualidad que cuando fueron escritos.

Autoritarismo íntimo

Los otros cuentos que integran Testimonios y profanaciones, y que llamaremos cuentos largos para diferenciarlos de los relatos ya mencionados, echan una mirada crítica, mordaz, a la vida cotidiana de los individuos que componían aquella sociedad de los doce años de Balaguer. En una dictadura, no sólo los adversarios declarados sufren los efectos del autoritarismo, también los padecen los ciudadanos comunes que intentan hacer su vida al margen de lo político y que sin embargo no pueden substraerse al miedo, la coacción, la amenaza, que permean hasta sus actividades más íntimas. Es en ese ambiente de asfixia social, de control visceral del Estado sobre las personas, que se crea un universo doméstico reprimido con sus propias historias de censura, traición, deslealtad, abuso, sumisión, envilecimiento y vejación.

En estos cuentos largos, José Alcántara no menciona una sola vez al caudillo, pero sentimos su omnipresencia, por ejemplo, en “Crónica trivial de una fiesta íntima”, parodia sobre la clase media emergente, integrada por nuevos ricos maleducados e incultos, surgidos a golpe de oportunismo y malas artes. O en “Los demonios que habitan nuestros días”, una exploración desgarradora de la violencia en los barrios pobres de Santo Domingo, una visión cruda de la relación de dominación entre personas de las clases marginadas. Este cuento, una pieza maestra, se desarrolla en dos planos paralelos que, aunque independientes, dialogan entre sí, y siembra pistas o símbolos que hay que descifrar para comprender cabalmente lo que se cuenta.

JAA Es un cuento que me costó mucho trabajo escribir porque las dos historias que corren paralelas tienen relación, por los personajes que se mueven en una y otra; no es fácil escribir una historia tan larga donde el párrafo único es opresivo, y en ese cuento hay mucho de eso, el estilo llama a una sofocación, a una asfixia. Pienso que esta atmósfera opresiva quizás haya sido llevada a un extremo por el narrador, pero no es insólita, podía encontrarse en ese momento, ya que había mucha gente que llevaba una vida desesperanzada, donde la única alternativa que le quedaba al individuo era escaparse a través de esas prácticas: sexo, alcohol, prostitución, drogas.

LMG ¿Pudiera decirse que en el cuento “Con papá en casa de Madame Sophie”, además de la historia de tirantez entre un padre y su hijo, hay una denuncia al abuso de poder, una rebelión contra la autoridad, representada en el padre pero también en el Estado que asesina, el muchacho que viola, la ciudad que devora con su caos a los menos pudientes?

JAA Yo he estudiado muy a fondo a ese “ogro filantrópico” que es el Estado, como lo llamó Octavio Paz, sus implicaciones, su fuerza, que se impone más allá de cualquier voluntad individual, doblegándola, sometiéndola, en cualquier sistema, hasta en el más democrático, incluso. Sí, hay una crítica implícita no solo a la figura del padre sino a todo poder opresivo que nos hace hacer cosas que no queremos.

La literatura puede anticipar el surgimiento de sistemas criminales a partir de actitudes cotidianas de dominación o de señales de autoritarismo oficial, consentidas y celebradas por masas fascinadas con los símbolos de poder; o puede evocar esas señales y actitudes, dando testimonio sobre la barbarie y alertando sobre su malignidad, mediante el impacto que la obra de arte y sus cualidades estéticas puede provocar en la sensibilidad del lector. Esto último es lo que hace José Alcántara Almánzar en Testimonios y profanaciones: retratar desde la ficción, con uso impecable del lenguaje y utilización de recursos técnicos y creativos novedosos, el autoritarismo y sus odiosas secuelas en lo público y lo personal durante una etapa ominosa de nuestra historia reciente, logrando que sus textos superen el marco que les sirvió de referencia y se mantengan tan actuales que parecieran renacer cada vez a los ojos del lector, fieles a esa magia que sólo posee la literatura excepcional, a un tiempo comprometida y trascendente, valiente y maravillosa.

El autor es periodista y escritor


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