Dramaturgo, actor y narrador, autor de numerosas obras de teatro y del libro de cuentos La guerra no es para nosotros
Con Iván, uno no sabe si conversa con Alonso Quijano, Juan Pablo Duarte o Vicent van Gogh. Gran actor que es, ha recreado con maestría a esos y otros personajes que le han ido dejando en el corazón, como una retribución emocional, algo de su dignidad, obsesión y sueño. Estuve a sus órdenes en publicitaria Cumbre, donde tuve la suerte de trabajar y aprender con creativos y artistas de la talla de Freddy Ginebra, Enriquillo Sánchez, Armando Almánzar y José Antonio Rodríguez. Iván era el jefe que ordenaba con cortesía, que corregía con dulzura, mar sereno en medio del caos que suele y debe ser un departamento creativo.
Pese a que por su extraordinario talento pudo haber sido todo lo rico que se le antojara, me pareció que despreciaba el dinero y que consideraba pecaminoso acumular riquezas materiales, una ingenuidad por la que esta sociedad de compra y venta le ha pasado factura, a él y un puñado de ilusos. Con esa misma pureza lo he reencontrado veinte años después para hablar de su libro de cuentos La guerra no es para nosotros, inspirado en la revolución de abril de 1965 y escrito inicialmente como un diario que, al extraviarse en los intervalos de la lucha, dio el salto a la ficción a través del recuerdo.
LMG Fuiste un escritor que luchó en una guerra, ¿sirvió para algo la literatura en esa revolución?
IG Sí, sobre todo la poesía, que era el lenguaje preferido en ese momento. Hicimos varias presentaciones durante la guerra, en los Comandos y en los cines que teníamos en la zona constitucionalista, que eran casi todos los existentes en la ciudad de Santo Domingo, y organizamos recitales y espectáculos que contribuyeron a mantener en alto la moral de los combatientes. También hacíamos arte a través de la radio, que no se apagó en ningún momento porque sabíamos que si se callaba esa voz se acababa todo; la radio le decía al país y al mundo: “siguen ahí, siguen luchando”.
El libro de Iván abre con el cuento Jimmy, Sammy y Johnny, con el que el autor quiere mostrarnos que los soldados estadounidenses (o algunos de ellos) son humanos con sentimientos y necesidades, personas que en muchos casos no están de acuerdo con el trabajo que le han asignado pero que deben hacerlo porque no tienen otra alternativa. Decir eso ahora, cuando ha finalizado la guerra fría y las ideologías son un merengue de conveniencias y complicidades, no es escandaloso; pero haberlo dicho con el socialismo vigente y Cuba como una esperanza aún posible, era un sacrilegio que te ganaba acusaciones de agente del imperialismo, colaborador de la CIA o lacayo de la embajada norteamericana.IG Me dijeron todo eso. Pero qué bueno que comenzamos con ese cuento porque para mí significa mucho. En el edificio Copello, donde estaban las oficinas del gobierno revolucionario, nos enteramos que habían traído a tres prisioneros estadounidenses y yo, por curiosidad, decidí ir a hablar con ellos. Como lo describo en el cuento, había uno agresivo, otro que estaba muerto de miedo porque creía que lo iban a fusilar, y otro que hablaba de su esposa embarazada y de su sueño de tener una casita con un jardín. Quince o veinte años después, yo viajé a Puerto Rico para un trabajo de publicidad y el ejecutivo de cuentas que me asignaron era un americano que había estado en República Dominicana durante la revolución; era aquel prisionero que soñaba vivir tranquilamente en su país.
Uno de los cuentos con más carga autobiográfica es el titulado Vivir es buena razón, punto de quiebre en la tirante relación de un padre y su hijo con diferentes visiones sobre la invasión militar estadounidense y la revolución que propugnaba por la vuelta del gobierno de Juan Bosch, derrocado en 1963.
LMG Ese cuento tiene mucha influencia del teatro y vocación para ser adaptado al cine.
IG De hecho, lo he convertido en monólogo para teatro y me gustaría hacerlo en cine, porque en el teatro no se puede apreciar lo del paseo por la ciudad, el cacheo en los retenes, el contrabando de gasolina. Cuando publiqué ese cuento unos años después de la revolución, le regalé un ejemplar a mi padre, con el que ya había hecho las paces, y cuando él murió, mis hermanos me regalaron sus libros y me encontré con aquel ejemplar en el que mi padre había hecho anotaciones, dándome la razón. Yo me sentí muy mal cuando decidí quedarme en la zona de guerra y él se fue solo, porque sin querer le había dicho cosas muy duras, pero como digo en uno de los párrafos finales del cuento, él no apoyó la revolución porque en su momento no se le presentó la ocasión, pues si se le hubiera presentado, estoy seguro que hubiera hecho lo mismo que yo.
Prostitutas y homosexuales
Según La guerra no es para nosotros, en la revolución de abril no sólo participaron soldados y revolucionarios, sino también otras personas, como las prostitutas y los homosexuales, a quienes Iván García trata con profundo respeto en sus cuentos Mi querido moreno y No eres un hombre, hijo.
IG Me maravilló encontrar solidaridad y verticalidad en personas sobre las que uno tiende a pensar cosas denigrantes. Me parecieron tan bellos en su inocencia, por ejemplo, la mujer que se acuesta con los yanquis para sacarle dinero y enviárselo a su hombre que está en la cárcel, o el homosexual, que muere defendiendo la plaza mientras todos los ‘machitos’ salen corriendo. Esos personajes demuestran que no se necesita tener una profesión especial ni una gran preparación intelectual para hacer lo que hay que hacer en determinadas circunstancias.
Iván García se emocionó hasta el llanto al comentar el cuento Ahora, cuando por primera vez, que revela el momento en que el coronel Francisco Caamaño, Presidente del Gobierno en Armas y jefe militar de la revolución, lloró después de arengar sobre la dignidad y el futuro a jóvenes que le acompañaban la noche del gran bombardeo enemigo a la zona constitucionalista. “Yo tenía cierta reserva sobre él por su papel represivo cuando fue jefe de los cascos blancos, pero él nos habló y se ganó mi amistad, me di cuenta de que era un hombre con una sensibilidad especial, con un deseo de hacer cosas, que luego se sacrificó en una guerrilla por cumplir con su palabra empeñada”.
El cuento que da título al libro, La guerra no es para nosotros, es precisamente un manifiesto contra la guerra, la esperanza en un futuro de paz plasmada en esta bellísima frase que recrea el momento en que la combatiente embarazada se inclina sobre el cuerpo inerte de su amado: “…pone su vientre cálido sobre su vientre frío, pone la vida que nace por donde la vida escapó”.
IG Yo necesitaba decir que la guerra no es para los buenos, que puede crecer una violeta en un mundo de pólvora.
El autor es periodista y escritor
Disponible en video en www.yolayelou.blogspot.com y www.youtube.com/yolayelou
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