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martes, 4 de octubre de 2016

“Somos tierra de narradores, si fuera de poetas nos salvaríamos”

El escritor y periodista acaba de publicar su primera novela “Rumor de río”, la cual se encuentra a la venta en Amazon y en el Museo Memorial de la Resistencia Dominicana.

Por Alfonso Quiñones

SANTO DOMINGO. Luis Martín Gómez (Santo Domingo, 1962) es un abuelo joven y atildado, amistoso y sonriente. Detrás de su buró, no se puede pensar que sea el escritor que es.
Ganó dos veces el Premio Nacional de Cuento (1999 y 2009); el Premio Nacional de Literatura Infantil (2003); en el 2002 obtuvo el Premio Virgilio Díaz Grullón de cuento; 1er Lugar en el Concurso de Cuento Radio Santa María, 1995. Ha publicado: Rumor del río 2016; Mami: Operación elefante, 2014; Mar adentro: entrevistas en Yola yelou, 2013; El hombre grama y otros cuentos verdes y pintones, 2010; Memoria de la sangre, 2008; Mamá, a aquella caracola le está naciendo un mar, 2004; La destrucción de la muralla china, 2003; Juke-box di sogni (Vellonera de sueños), 2002; Dialecto, 1999.


—¿Cómo surgió la idea de la novela? ¿Está basada en hechos reales?
La idea central es ficción pero casi todos los episodios que la soportan sucedieron más o menos así, con variantes deformadas por el recuerdo difuminado o la imaginación. La novela se me ocurrió mientras escribía Memoria de la sangre, colección de cuentos ambientados también en los 12 años de Balaguer.

—¿El cuento fue un cuento para luego saltar de género?
No, sigo sintiéndome cuentista, por lo menos, trabajo ese género con más comodidad. Pero quiero ver cómo me va con otros géneros. Esta novela es un primer atrevimiento. (Creo que tú manifestaste el deseo de que yo experimentara con un texto de largo aliento; te he complacido).

—¿Se presentó en la feria?
No, no se hizo acto de puesta en circulación. He anunciado la publicación con una nota y mis hijos se están encargando de la promoción por las redes sociales. El libro está disponible en Amazon y en el Museo Memorial de la Resistencia Dominicana, a beneficio de esa institución.

—¿Seguirá de novelista?
Me ha gustado la experiencia y creo que intentaré otra más adelante; ahora empecé a escribir una obra de teatro (oye que riesgo estoy tomando); espero salir a camino.

—¿Qué novelistas le han aportado más?
García Márquez y Cortázar. Del primero he aprendido a encontrar temas insólitos, singulares, en los intersticios de la cotidianidad; el segundo me ha enseñado a usar el humor en la literatura, a jugar con ella.
 
—¿Esta es tierra de poetas o de narradores?
De narradores; si fuera de poetas, nos salvaríamos. Pero denunciamos demasiado y soñamos poco.

Fuente: http://www.diariolibre.com/revista/cultura/somos-tierra-de-narradores-si-fuera-de-poetas-nos-salvariamos-AM5097626

domingo, 2 de octubre de 2016

Comentario de José Alcántara Almánzar sobre Rumor de río

Un padre que ha perdido la memoria y se halla extraviado en los laberintos del olvido; un hijo que intenta reconstruir un pasado compartido; una memoria propia que en parte es también la del padre; un colectivo signado durante décadas por una represión feroz que llevó a muchos a la tumba, y más tarde por la contrainsurgencia con la que se pretendía aplastar los últimos vestigios de rebeldía popular. Todos estos elementos confluyen en el meollo deRumor de río, de Luis Martín Gómez, un texto que cabalga entre el relato extenso y la novela corta, sin que importe mucho la clasificación genérica, pues lo que en verdad cuenta es el aliento poético de la pequeña obra, como se advierte desde el principio con “Remolino” y en otras muchas páginas, incluido el final (“Recuerdos”).


Conmovido por la desmemoria del padre amado, el personaje-narrador lleva a cabo una ardua empresa que consiste en rehacer lo que ocurrió en su niñez y adolescencia: recomponer el mapa barrial del Ensanche Ozama, urbanización modélica construida por Trujillo para militares y asimilados, con sus amplios solares arbolados, sus jardines con flores, sus viviendas modestas tan similares, que eran albergues de aspiraciones y sueños comunitarios que quedaron anclados en el tiempo. Pero nada hay tan inconstante y mutable que la memoria, la cual cambia y reacomoda los recuerdos. Nada es fijo allí, en ese territorio de emociones, sentimientos e imágenes que uno lleva más en el corazón que en la mente, y que nos empujan a modificar, sin quererlo, sin advertirlo siquiera, hechos y datos asentados en ese reservorio particular e intransferible.


Para traer al presente el escenario barrial de los años setenta del siglo pasado, el narrador descarta el método tradicional, que no es otra cosa que la crónica de unos sucesos que marcaron a su generación y a su grupo de amigos, para decantarse por una prosa que desdeña la puntuación convencional y en la que se enseñorea un humor regocijante, irónico casi siempre, que no evade el morbo sexual ni la descripción de intimidades escabrosas. Los personajes se comunican en su jerga barrial, con sus procacidades y detalles peculiares, sin pretensiones heroicas. Se llama a las cosas con los nombres que el pueblo emplea, y el autor ha evitado edulcorar su ficción sin transformarla en una estampa de urbanidad al gusto de ciertos lectores puntillosos.

Numerosas historias personales se entrecruzan en la obra, y un capítulo se encadena al siguiente, no como una sucesión de cuentos aislados –tendencia que el autor, ducho cuentista, ha eludido- sino como piezas de un tablero que asumen sus papeles con mayor o menor intensidad para formar un conjunto heterogéneo pero verosímil. Algunos son típicos de la vida barrial, como Miel de Abejas, Don Giácomo, Luis su Alteza, entre otros, y el trio que forman Felo, Chago e Ito, inseparables del narrador, núcleo que crea la intriga en torno a la búsqueda de supuestas armas y una caja de alimentos enlatados que soldados norteamericanos enterraron durante la Revolución de Abril del 65. Son antihéroes anónimos, cuyas aventuras y hazañas, impulsadas por la curiosidad y el gesto cómplice, colorean la vida barrial, sacándola de la rutina e intrascendencia de los años setenta del siglo XX.

La tesis central de la narración la expresa el propio narrador: “Un grupo de niños, padre, es la unidad más solidad de la sociedad. No es el matrimonio, ni las oenegés, ni los partidos, ni el ejército. Es la pandilla infantil, ese colectivo ingenuo y unido monolíticamente alrededor de la amistad sincera, pura, solidaria, que actúa movido por la imaginación y los sueños”. Rumor de río, título que el autor ha elegido para su obra, alude a la presencia sonora del río Ozama, en uno de los límites del barrio, y a su carácter de mudo testigo del acontecer cotidiano en esa parte de la ciudad. La imagen del río como una sucesión dialéctica que se transforma sin cesar es también un acierto narrativo, ya que el Ozama ha sido, desde la fundación de la ciudad hace más de quinientos años, hasta nuestros días, una masa de agua que pareciera eterna y que lo arrastra todo hacia el mar: la basura y los sueños, lo atroz y lo inconfesable, renovando su piel cada mañana, como si la contaminación y las algas no le afectaran; como si el detrito humano que la destruye sin remedio pudiera diluirse con las lluvias torrenciales del verano.

Pese a su brevedad, la obra hace acopio de un sinnúmero de referencias que permiten trazar al perfil sociocultural de un momento histórico definido por la frustración y la amargura de un cambio politico abortado por la ocupación norteamericana y los Doce Años de Balaguer. Cada capítulo ofrece imágenes de una ciudad insomne y de un barrio ubicado en la margen oriental del río Ozama como una especie de enclave, con su propio código y prácticas sociales, con sus hábitos y costumbres inconfundibles, donde un grupo de niños crecía tejiendo sueños, bajo la mirada de adultos inmersos en el trabajo y las banderías políticas del momento.

La intertextualidad, las citas de canciones, filmes, refranes, comics, la mención de lugares y prácticas sociales, sirven de apoyaturas válidas que enmarcan la acción de los personajes hasta desembocar en un final anticlimático, con la muerte de los guerrilleros en el kilómetro 14 de la autopista Las Américas, y el cierre poético, con un enunciado triste y resignado que lo dice todo: “Tú quisieras recordar y yo olvidar, pero no podemos. El recuerdo se te ha fugado como una novia infiel y a mí me persigue como una amante obsesionada. A ti te ha librado el Alzheimer, yo sigo prisionero del recuerdo”.

(Rumor de río está disponible en Amazon.com y en el Museo Memorial de la Resistencia Dominicana).

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Comentario de José Rafael Sosa sobre Rumor de río

Cuando un escritor de cuentos, acostumbrado a la mecánica relativamente fácil de la narrativa
corta, la de los 100 metros planos, la de un solo esfuerzo sostenido, decide incursionar en los 150 metros con vallas, que podría representar el largo esfuerzo de escribir una novela, no sabe, generalmente, en lo que se está metiendo. Y el asunto es mayor, cuando no se trata de un escritor profesional dedicado exclusivamente a la creación, ideal que tienen en el fondo de su alma, todo aquel (o aquella) que teniendo la literatura como un eje fundamental de vida, tiene que alquilar su tiempo para ganar el pan de cada día.
Y hacer eso, con esas dos dificultades cruciales, y lograr una carta de presentación en novela, de forma que nos deje sin el aliento para reposar lo leído, entonces nos encontramos ante un fenómeno literario que hay que atender.
Es el caso del periodista y escritor Luis Martín Gómez, quien publica – casualmente dos días antes del inicio de la XIX Feria Internacional del Libro, esta, su primera novela, ambientada en los tiempos tumultuosos, trágicos e inolvidables de los primeros doce años del gobierno del doctor Joaquín Balaguer.
No es una novela extensa, por lo que podría calificarse de noveleta (desde la perspectiva de la extensión), pero su trascendencia no la otorga su número de páginas, sino el perfume a buen oficio literario en una narración demandante de investigación, rica en detalles, perfecta en la delineación de sus personajes y fiel a la época a la cual se refiere, poco conocida por las actuales generaciones jóvenes de lectores y que tiene en Martín Gómez un constante continuador, tras la publicación de un manojo de cuentos, igualmente bien escritos, sobre el mismo período histórico.
El cuadro ubica a los lectores en el ensanche Ozama, barrio de Santo Domingo localizado a orillas del río Ozama, (hoy Santo Domingo Este y para entonces un barrio “de clase media alta” en el cual un grupo de niños inicia la búsqueda de unas armas enterradas durante la Revolución de Abril de 1965, incidiendo, sin proponérselo, en el desenlace fatal de una célula guerrillera que luchaba contra el gobierno de los doce años de Balaguer.
Resalta el uso del recuerdo como instrumento de narración, la visión subjetiva que desarrolla de cada uno de sus personajes y la gracia con que inserta detalles y el manejo del lenguaje popular.
La novela nos llegó y se nos ocurrió leerla en la noche. No pudimos despegarnos. Luis Martín es responsable de una noche perdida del sueño y ganada por la imaginación creativa, al entregar a la sociedad un trabajo que permite el ingreso de un nuevo novelista, género literario que – junto a la poesía- constituye el fuerte de nuestra creación literaria.
(Rumor de río está disponible en el Museo Memorial de la Resistencia Dominicana y en Amazon.com)

viernes, 16 de septiembre de 2016

Rumor de río, primera novela de Luis Martín Gómez

El periodista y escritor Luis Martín Gómez publicó Rumor de río, su primera novela, ambientada en los Doce Años de Balaguer.

“En el Ensanche Ozama, barrio de Santo Domingo localizado a orillas del río Ozama, un grupo de niños inicia la búsqueda de unas armas enterradas durante la Revolución de Abril de 1965, incidiendo, sin proponérselo, en el desenlace fatal de una célula guerrillera que luchaba contra el gobierno de los Doce Años de Balaguer”, informa el autor, dos veces premio nacional de cuento y premio nacional de literatura infantil.
Añade que “el lector se entera fragmentariamente de esta historia a través de los recuerdos que, muchos años después, uno de los participantes en aquella búsqueda rescata para su padre, que ha perdido la memoria. En ese recorrido hacia el pasado, surgen recuerdos reales e imaginarios, algunos de los cuales el narrador-protagonista desea olvidar”.

Rumor de río fue editada por Mar de tinta, bajo el cuidado de Laura Patricia Gómez. Está a la venta en el Museo Memorial de la Resistencia Dominicaca y en Amazon.com. en el enlace:
https://www.amazon.com/Rumor-Spanish-Luis-Mart%C3%ADn-G%C3%B3mez-ebook/dp/B01M02UNLT/ref=sr_1_1?s=books&ie=UTF8&qid=1474049033&sr=1-1&keywords=rumor+de+r%C3%ADo

Sobre la obra, el escritor y crítico José Alcántara Almánzar dice que “hace acopio de un sinnúmero de referencias que permiten trazar el perfil sociocultural de un momento histórico definido por la frustración y la amargura de un cambio político abortado por la ocupación norteamericana y los Doce Años de Balaguer”.

De su lado, el escritor y catedrático de literatura hispánica Danilo Manera afirma que “la primera novela de Luis Martín Gómez es sobrecogedora. El autor nos tenía acostumbrados a una escritura en gotas –de lluvia, de vinagre o de miel. Ahora fluye como un río, draga las voces del barrio, con el recuerdo que se escapa hacia el olvido disfrazándose de ficción. Es una bomba de relojería cargada de sardinas. Son palabras apresadas en una redada de chichiguas”.

Luis Martin Gómez ha publicado los libros de cuento Dialecto, La destrucción de la muralla China, Vellonera de sueños y Memoria de la sangre; y los libros de literatura infantil Mamá, a aquella caracola le está naciendo un mar; El hombre grama y Mami: operación elefante.

Notas relacionadas:
http://www.elinformador.net/2016/09/16/rumor-de-rio-primera-novela-de-luis-martin-gomez/
http://www.diariolibre.com/revista/cultura/el-periodista-y-escritor-luis-martin-gomez-publica-su-primera-novela-JJ4957795
http://www.diariodominicano.com/cultura/2016/09/16/230733/rumor-de-rio-primera-novela-de-luis-martin-gomez
http://www.revistabanca.com.do/articulo/2978/Rumor-de-rio-primera-novela-de-Luis-Martin-Gomez
http://almomento.net/rumor-de-rio-primera-novela-de-luis-martin-gomez/244819
http://www.proceso.com.do/noticias/2016/09/16/luis-mart%C3%ADn-g%C3%B3mez-publica-su-primera-novela-%E2%80%9Crumor-de-r%C3%ADo%E2%80%9D/
http://eltitular.do/et/rumor-rio-primera-novela-luis-martin-gomez/
http://elnacional.com.do/libros-y-lecturas76/
http://www.lainformacion.com.do/noticias/sociales/70504/rumor-de-rio:-primera-novela-de-luis-martin-gomez
http://elnacional.com.do/luis-martin-gomez-publica-rumor-de-rio/
http://elnacional.com.do/cojanlo-2528/
http://www.elcaribe.com.do/2016/10/12/rumor-rio-luis-martin-gomez




sábado, 24 de septiembre de 2011

Iván García: “Puede crecer una violeta en un mundo de pólvora”

Por Luis Martin Gómez


Dramaturgo, actor y narrador, autor de numerosas obras de teatro y del libro de cuentos La guerra no es para nosotros
Con Iván, uno no sabe si conversa con Alonso Quijano, Juan Pablo Duarte o Vicent van Gogh. Gran actor que es, ha recreado con maestría a esos y otros personajes que le han ido dejando en el corazón, como una retribución emocional, algo de su dignidad, obsesión y sueño. Estuve a sus órdenes en publicitaria Cumbre, donde tuve la suerte de trabajar y aprender con creativos y artistas de la talla de Freddy Ginebra, Enriquillo Sánchez, Armando Almánzar y José Antonio Rodríguez. Iván era el jefe que ordenaba con cortesía, que corregía con dulzura, mar sereno en medio del caos que suele y debe ser un departamento creativo.
Pese a que por su extraordinario talento pudo haber sido todo lo rico que se le antojara, me pareció que despreciaba el dinero y que consideraba pecaminoso acumular riquezas materiales, una ingenuidad por la que esta sociedad de compra y venta le ha pasado factura, a él y un puñado de ilusos. Con esa misma pureza lo he reencontrado veinte años después para hablar de su libro de cuentos La guerra no es para nosotros, inspirado en la revolución de abril de 1965 y escrito inicialmente como un diario que, al extraviarse en los intervalos de la lucha, dio el salto a la ficción a través del recuerdo.
LMG Fuiste un escritor que luchó en una guerra, ¿sirvió para algo la literatura en esa revolución?
IG Sí, sobre todo la poesía, que era el lenguaje preferido en ese momento. Hicimos varias presentaciones durante la guerra, en los Comandos y en los cines que teníamos en la zona constitucionalista, que eran casi todos los existentes en la ciudad de Santo Domingo, y organizamos recitales y espectáculos que contribuyeron a mantener en alto la moral de los combatientes. También hacíamos arte a través de la radio, que no se apagó en ningún momento porque sabíamos que si se callaba esa voz se acababa todo; la radio le decía al país y al mundo: “siguen ahí, siguen luchando”.
El libro de Iván abre con el cuento Jimmy, Sammy y Johnny, con el que el autor quiere mostrarnos que los soldados estadounidenses (o algunos de ellos) son humanos con sentimientos y necesidades, personas que en muchos casos no están de acuerdo con el trabajo que le han asignado pero que deben hacerlo porque no tienen otra alternativa. Decir eso ahora, cuando ha finalizado la guerra fría y las ideologías son un merengue de conveniencias y complicidades, no es escandaloso; pero haberlo dicho con el socialismo vigente y Cuba como una esperanza aún posible, era un sacrilegio que te ganaba acusaciones de agente del imperialismo, colaborador de la CIA o lacayo de la embajada norteamericana.

IG Me dijeron todo eso. Pero qué bueno que comenzamos con ese cuento porque para mí significa mucho. En el edificio Copello, donde estaban las oficinas del gobierno revolucionario, nos enteramos que habían traído a tres prisioneros estadounidenses y yo, por curiosidad, decidí ir a hablar con ellos. Como lo describo en el cuento, había uno agresivo, otro que estaba muerto de miedo porque creía que lo iban a fusilar, y otro que hablaba de su esposa embarazada y de su sueño de tener una casita con un jardín. Quince o veinte años después, yo viajé a Puerto Rico para un trabajo de publicidad y el ejecutivo de cuentas que me asignaron era un americano que había estado en República Dominicana durante la revolución; era aquel prisionero que soñaba vivir tranquilamente en su país.

Uno de los cuentos con más carga autobiográfica es el titulado Vivir es buena razón, punto de quiebre en la tirante relación de un padre y su hijo con diferentes visiones sobre la invasión militar estadounidense y la revolución que propugnaba por la vuelta del gobierno de Juan Bosch, derrocado en 1963.

LMG Ese cuento tiene mucha influencia del teatro y vocación para ser adaptado al cine.

IG De hecho, lo he convertido en monólogo para teatro y me gustaría hacerlo en cine, porque en el teatro no se puede apreciar lo del paseo por la ciudad, el cacheo en los retenes, el contrabando de gasolina. Cuando publiqué ese cuento unos años después de la revolución, le regalé un ejemplar a mi padre, con el que ya había hecho las paces, y cuando él murió, mis hermanos me regalaron sus libros y me encontré con aquel ejemplar en el que mi padre había hecho anotaciones, dándome la razón. Yo me sentí muy mal cuando decidí quedarme en la zona de guerra y él se fue solo, porque sin querer le había dicho cosas muy duras, pero como digo en uno de los párrafos finales del cuento, él no apoyó la revolución porque en su momento no se le presentó la ocasión, pues si se le hubiera presentado, estoy seguro que hubiera hecho lo mismo que yo.

Prostitutas y homosexuales

Según La guerra no es para nosotros, en la revolución de abril no sólo participaron soldados y revolucionarios, sino también otras personas, como las prostitutas y los homosexuales, a quienes Iván García trata con profundo respeto en sus cuentos Mi querido moreno y No eres un hombre, hijo.

IG Me maravilló encontrar solidaridad y verticalidad en personas sobre las que uno tiende a pensar cosas denigrantes. Me parecieron tan bellos en su inocencia, por ejemplo, la mujer que se acuesta con los yanquis para sacarle dinero y enviárselo a su hombre que está en la cárcel, o el homosexual, que muere defendiendo la plaza mientras todos los ‘machitos’ salen corriendo. Esos personajes demuestran que no se necesita tener una profesión especial ni una gran preparación intelectual para hacer lo que hay que hacer en determinadas circunstancias.

Iván García se emocionó hasta el llanto al comentar el cuento Ahora, cuando por primera vez, que revela el momento en que el coronel Francisco Caamaño, Presidente del Gobierno en Armas y jefe militar de la revolución, lloró después de arengar sobre la dignidad y el futuro a jóvenes que le acompañaban la noche del gran bombardeo enemigo a la zona constitucionalista. “Yo tenía cierta reserva sobre él por su papel represivo cuando fue jefe de los cascos blancos, pero él nos habló y se ganó mi amistad, me di cuenta de que era un hombre con una sensibilidad especial, con un deseo de hacer cosas, que luego se sacrificó en una guerrilla por cumplir con su palabra empeñada”.

El cuento que da título al libro, La guerra no es para nosotros, es precisamente un manifiesto contra la guerra, la esperanza en un futuro de paz plasmada en esta bellísima frase que recrea el momento en que la combatiente embarazada se inclina sobre el cuerpo inerte de su amado: “…pone su vientre cálido sobre su vientre frío, pone la vida que nace por donde la vida escapó”.

IG Yo necesitaba decir que la guerra no es para los buenos, que puede crecer una violeta en un mundo de pólvora.

El autor es periodista y escritor
Disponible en video en
www.yolayelou.blogspot.com y www.youtube.com/yolayelou

sábado, 9 de julio de 2011

Charamicos, de Angela Hernández: El apasionado fuego de la escritura

Por Luis Martin Gómez


Angela Hernández descorre las cortinas de su habitación y los árboles que se cuelan por la ventana acentúan el verde de sus ojos. Son las siete de la mañana y está en Ledig’s House, en el Valle del Rio Hudson, a algo más de dos horas de Nueva York, como beneficiaria de una beca que la ha regalado dos meses de tiempo libre para concluir su nueva novela, Charamicos. El canto de las aves que se posan en las gigantescas esculturas que han echado raíces en los 40 acres que bordean la hermosa casa colonial donde residen temporalmente otros nueve artistas, no la distraen; está acostumbrada a tanta belleza porque nació y creció en Jarabacoa, otra sucursal del paraíso. Así que cede al llamado de sus personajes y se sienta otra vez a la computadora para vivir con ellos una historia ambientada durante los doce años del presidente Joaquín Balaguer.

“La novela retrata ese aire de represión militar y al mismo tiempo de utopía revolucionaria que caracterizaron los doce años”, explica Angela y de inmediato aclara: “No es una novela histórica; es la historia de un momento vista a través de la mirada normal, cotidiana, de dos muchachas, una del Cibao y otra del Sur de la isla”. Sin embargo, personajes notables como el comandante revolucionario y líder guerrillero Francisco Alberto Caamaño y el dirigente político y guerrillero urbano Amaury Germán Aristy reclaman parte del argumento a tiro limpio. El nombre de la novela, Charamicos, es una alegoría de lo que para Angela Hernández distingue a la generación de los sesenta y setenta: “Charamicos es una rama que se enciende y apaga rápidamente, como creo que sucedió con esos hombres y esas mujeres que lucharon y murieron, y en algunos casos claudicaron, por su idea de una sociedad más justa”.

Diez años y trescientos cincuenta páginas

Aunque la terminó de escribir durante su estadía de ocho semanas en Ledig’s House, Angela Hernández planeó Charamicos durante diez años. “Tenía la idea pero no la madurez para acometer el proyecto”, confiesa. Relata que mientras trabajaba en otra idea de novela, encontró un cuaderno de notas de los años setenta, cuando estudiaba en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, que le proporcionó la pauta para Charamicos. El resto fue trabajar frenéticamente, casi obsesivamente, para armar una estructura que le tomó seis meses y que corrigió y pulió durante su bimestre sabático en Nueva York. El resultado final son trescientos cincuenta páginas que Angela ha rematado con el entusiasmo de quien escala de un solo tirón el Pico de la Cotorra, camino al Pico Duarte. “La novela te permite una mayor expansión del universo creativo que el cuento y la poesía, te ofrece mayores niveles de complejidad, un más amplio repertorio de matices; es, definitivamente, un género más complejo”.

Y también requiere mucha más dedicación. A juicio de Angela Hernández, el país carece de tradición novelística porque los escritores dominicanos no tienen tiempo para escribir, por las múltiples actividades que deben realizar para sobrevivir, o porque suelen agotar sus energías buscando desesperadamente reconocimiento intelectual con espectacularidad farandulera. “Tampoco el ambiente que vive el país te ayuda; nadie con un mínimo de sensibilidad puede abstraerse de la intolerancia y la corrupción que afectan a nuestra sociedad y resulta casi inmoral dedicarse a escribir mientras un grupo dispendia el erario descaradamente”.

Superando esos obstáculos comunes a casi todos los escritores dominicanos, Angela Hernández nos entrega su segunda novela. La primera, Mudanza de los sentidos, ganadora del Premio Cole de novela, abrió para ella nuevos caminos que los ya recorridos con la poesía y el cuento, géneros en los que ha ganado importantes premios en el país y el extranjero. “Charamicos es diferente a Mudanza de los sentidos sobre todo en la estructura; mientras en Mudanza la historia es contada por un solo personaje, una niña, en Charamicos hay numerosos personajes, ambientes y planos que se entrecruzan, se pierden y encuentran, formando una arquitectura hecha con palabras”.

Del Valle del Hudson a Buena Vista Jarabacoa

Angela escribe la palabra “fin”, se levanta del escritorio y se asoma nuevamente a la ventana. En el jardín, sentados a una ingeniosa mesa octagonal, nueve escritores de distintas nacionalidades intercambian información sobre sus países y hablan de lo que han hecho durante las ocho semanas de vacaciones creativas que han disfrutado gracias a la beca de Ledig’s House, institución no lucrativa que acoge durante el año a literatos, músicos y escultores. Más allá, un riachuelo dibuja una sonrisa en el paisaje antes de esconderse bajo una tupida fronda. Angela se descalza y mete bajo el agua. Cuando emerge, otros son los olores y otros los ruidos. Huele a flores y a fresa. Huele a pino y rocío. Camina y escucha quejas sobre la reforma agraria, escucha una discusión sobre beisbol, escucha una bachata. Llega, luminosa y húmeda, a Casa Hernández, el negocio familiar donde su hermano Lucas corta víveres para un sancocho. Enciende el fogón con charamicos. Viéndolos arder, Angela comprueba satisfecha la validez de su flamígera metáfora. Arder y extinguirse, como la inspiración, como la pasión de escribir.

El autor es periodista y escritor