sábado, 26 de noviembre de 2011

Fallo del II premio internacional de microrrelatos Museo de la Palabra


Madrid, 23 de noviembre de 2011

Rosa Pastor Carballo obtiene el Premio Museo de la Palabra por su microrrelato "La sopa"

Han participado en el certamen 14.253 obras provenientes de 89 países.

El premio está dotado con 10.000 dólares y se han concedido tres accésits de mil euros cada uno a los microrrelatos mejor puntuados en las otras lenguas admitidas al concurso: inglés, árabe y hebreo.

La escritora española Rosa Pastor Carballo ha obtenido el premio de la segunda edición del concurso internacional de microrrelatos Museo de la Palabra que está dotado con 10.000 dólares.

El microrrelato es el siguiente:

LA SOPA
Nuestro padre solía morirse los domingos. Al principio nos lo tomábamos muy mal: avisábamos al médico, a la funeraria, nos vestíamos de negro, llorábamos… Pero luego, a fuerza de sustos nos acostumbramos, era su forma de vivir, y entre muerte y muerte la vida continuó a la espera de sus nuevas muertes. Su tenacidad para morirse no se debilitaba y una noche, en la cena, en una de sus muertes más teatrales arrastró a mamá con él. Y eso si fue serio porque ella, que no tenía imaginación, hundió la cabeza en la sopa y se murió.

Asimismo se declaran finalistas con derecho a DIPLOMA acreditativo los siguientes microrrelatos:

TITULO AUTOR PAÍS

"Desierto" Luis Martín Gómez Perera, República Dominicana

"Inexplicable" Juan Jacinto Muñoz Rengel, España

"Crimen perfecto" Bellen Wedeltoft, Argentina

"Nada Grave" Diego Cruz Serrano, España

"Luego del temporal" Olga Alejandra Aarun Cuspinera, México

"Perfectamente Serio" José Antonio Panero Martínez, España

"Todo tiempo pasado fue mejor" Martine Tallier, Argentina

"Robinson" Fermín López Costero, España

"Explosión" Leandro Manuel Rincón, Argentina

ACCÉSITS

El jurado, a propuesta de la Fundación César Egido Serrano, aprueba otorgar tres accésits de MIL (1.000) dólares cada uno a los relatos que han obtenido mayor puntuación en las otras lenguas admitidas en el concurso y que han sido:

"Night Howl", en inglés, cuya autora es Sonja Smolec, de Croacia.

"Un hombre muy mayor en una bicicleta", en árabe cuyo autor es Awwad Eid Samir Sharif ,de Egipto.

Y el relato en hebreo que comenzaba con la frase "Uno, dos, tres, cuatro y cinco", cuyo autor es Roí Día, de Israel.

En esta ocasión han participado en el certamen 14.253 obras provenientes de 89 países.

En esta Segunda edición el jurado ha estado por Juan Luis Cebrián, Luis Alberto de Cuenca, Ignacio Elguero, Antonio Lamela, Joaquín Leguina, Manuel Llorente, Gloria Fernández-Lomana, Eduardo Mendicutti, Enrique Múgica, José Manuel Otero Lastres, Pedro Piqueras, Raúl del Pozo, Vicente Tirado y Asunción Valdés, y presidido por el director del Museo de la Palabra, Alfonso Fernández Burgos.

Fuente: www.museodelapalabra.com

sábado, 19 de noviembre de 2011

Taty Hernández: “Construiremos la casa de la creación”

Poeta, gestora cultural, organizadora del Festival de Poesía de la Montaña

Por Luis Martin Gómez

 
Cada año, desde 2002, la poesía conquista las montañas de Jarabacoa. Temprano de un viernes empiezan a llegar los poetas, con mochilas que cargan más libros que ropa, y no reparan en la modestia de la habitación que les han conseguido a fuerza de colecta, interesándose más en la potencia del equipo de sonido. Quieren ser oídos, y deberán escuchar, aunque en desigual proporción.

Ya no escandalizan sus peinados ni las camisetas que exhiben mensajes cifrados, pero de todas formas es difícil concentrarse en aquel ambiente donde un poema debe competir con el canto de una cigua y una charla se desvanece tras el rumor del agua que llega desde una cañada cercana. A veces una nube se acuesta en el salón de actos y entonces la poesía pierde su sentido porque los espectros que se mueven en la bruma, la flor que se insinúa, la montaña que se adivina, los pinos que levitan, se convierten en un hecho poético más poderoso que los versos que alguien murmura desde un lugar incierto.

La propiciadora de este encanto es Taty Hernández, poeta, maga, guardabosques de un patio de cayenas y organizadora del Festival de Poesía de la Montaña.

TH La idea surgió durante una conversación que tuve con la poeta Carmen Comprés, en el marco de la tertulia que realizaba la galería de arte Olimpo, en Jarabacoa. La primera versión del festival reunió a treinta poetas, y aquello que comenzó como un encuentro de amigos para compartir poemas y experiencias, se ha convertido en uno de los encuentros literarios más esperados del año, en el que confluyen numerosos autores de distintas nacionalidades, generaciones y estilos.

Fruto del consistente trabajo de Taty Hernández y de un entusiasta grupo de colaboradores, el Festival de Poesía de la Montaña es ya una marca que ha contribuido a que Jarabacoa sea un referente literario del país y algo más que fresas, flores y turismo ocasional. Lo avalan voces poéticas del calibre de Mateo Morrison, José Mármol, Tony Raful, Chiqui Vicioso, Plinio Chahín, Basilio Belliard, Angela Hernández, Federico Jovine Bermúdez, a las que se suman las de jóvenes talentos que andan tras el sueño que su vocación, esa tirana, les ha impuesto. El Festival, como me contó Taty que le dijo un amigo poeta, se puso pantalones largos, está maduro y se encamina hacia una etapa de consolidación. “El próximo paso será conseguir un espacio propio donde construiremos la casa de la creación, que será la sede del festival”, dice.

Antología del festival

Luego de nueve ediciones, se puede pasar revista a los momentos culminantes del Festival de Poesía de la Montaña, pero Taty Hernández, en lugar de hitos, prefiere hablar de lo que ella denomina “satisfacciones” del festival. “Emociona, por ejemplo, ver a un Mateo Morrison, premio nacional de literatura, ponerse en pie, entusiasmado, luego de escuchar los poemas de un joven desconocido; o encontrar a un José Mármol dando consejos a los nuevos poetas; o toparse con Chiqui Vicioso conduciendo un taller de poesía”.

El festival tiene frutos tangibles, como el taller literario de jóvenes, que funciona en la comunidad de Buena Vista, de donde es originaria la poeta Angela Hernández, y el círculo literario de la montaña, integrado por escritores adultos y que funciona en la ciudad de Jarabacoa. Taty revela que está preparando lo que sería la primera antología de los trabajos presentados durante las nueve versiones del festival y un audiovisual que recogerá toda su historia.

LMG ¿Qué ha distinguido esta novena versión?

TH Este año invitamos a un grupo de niñas extraordinarias del proyecto Mi barrio en letras, que coordina la Fundación Literaria Aníbal Montaño, de San Cristóbal, las cuales visitaron escuelas y colegios de Jarabacoa para motivar a los niños de aquí a interesarse por la literatura; e hicimos dos reconocimientos, uno al poeta Mateo Morrison, por su trayectoria pero también por su apoyo sostenido y desinteresado al festival; y otro a la Escuelas Radiofónicas de Radio Santa María, por sus 40 años de docencia en beneficio de miles de dominicanos y por ser ente difusor de la décima como expresión literaria popular.

Además de ser la excelente y obstinada organizadora del Festival de Poesía de la Montaña, que de tanto asociarse a ella empieza a confundirse con su nombre (“el festival de Taty”), Taty Hernández es poeta con una obra publicada, Temblor de la espera, y difunde sus trabajos a través de su blog Desde la maga, en el que encontramos un poema que quizás reúna las dos pasiones de la autora, la poesía y la naturaleza generosa de su terruño: Madre nuestra el agua que palpitas/en el seno de mis montañas/santifícanos como savia de vida/y mantente eterna en este paraíso/que es tu reino…

“Ahora estoy trabajando un pequeño libro de micro-ficción, con toques poéticos, por supuesto, y tengo otro libro de poesía en proceso; entre un festival y otro, me dedicaré a tiempo completo a terminar esas obras”.

Es domingo y el festival ha terminado. Tres días para poetizar son suficientes. No se necesitan más, según las escrituras, para que ocurra el milagro. Además, el mundo sufre demasiada pobreza, demasiada soledad, demasiada violencia, para que nos demos el lujo de un cuarto día de poesía. Intentarlo sería una indolencia, y los poetas podrán no ser muy cuerdos, pero insensibles, nunca. Más despeinados que cuando arribaron, recargan sus mochilas, en las que además de libros y ropas, han metido flores, fresas y unas piedras de río con formas estelares, y se marchan riendo y cantando. Parece que nada ha cambiado pero sí. Otro es el corazón de los que escucharon, otra, el alma de los que hablaron, otros los ojos que vieron fundirse verso y verdor, palabra y viento.

El autor es periodista y escritor

sábado, 12 de noviembre de 2011

Presentación del libro Cuentos de mujeres, de Jeannette Miller

Por Luis Martin Gómez


Agradezco a la escritora Jeannette Miller y a la editora Ruth Herrera por concederme el honor de presentar esta segunda edición del libro Cuentos de mujeres.

Una segunda edición de un libro es una buena noticia en este y en cualquier mercado editorial. Para usar palabras políticas, a propósito de que estamos en campaña para los comicios presidenciales, diré que una segunda edición es el “vuelve y vuelve” de la obra, su reelección con apoyo popular, un “llegó papá” insólitamente cultural o la tibia propuesta de “continuar lo que está bien”, que saludamos porque las promesas en literatura no tienden a afectar el presupuesto público.

Pero además una segunda edición, si no sale del bolsillo del autor, auspicio que resultaría sospechoso, es un elogio a la calidad de la obra y al prestigio de quien la escribió. Casi siempre, debo aclarar, porque hay obras que debieron agotarse en la mente del escritor, sin salir nunca de allí. Algunos escritores deberíamos tener la decencia de anunciar la NO puesta en circulación de nuestras obras, cuya impresión sólo provocaría la tala innecesaria de árboles con los que se fabrica el papel, o cuya difusión por internet sólo añadiría material indeseado a la web.

No es el caso, por supuesto, de Cuentos de mujeres, de Jeannette Miller, un excelente libro producido por una excelente escritora que ha sido merecedora de los más altos premios literarios que se otorgan en el país y que además es un gran ser humano. No debí decir esto último porque las cualidades personales del autor no deberían condicionar nuestra apreciación de su obra. Saber, por ejemplo, que James Joyce fue putero de joven, que tenía orgasmos mientras escribía indecencias a su mujer, y sentía fascinación por las flatulencias y las deposiciones de vientre, quizás nos hubiese dificultado admirar ese portento simbólico que es su novela Ulises, obra literaria fundamental del siglo XX. O el episodio, al parecer inflado por la ficción, de la caída de la manzana que le habría dado la pista para formular la Ley de Gravedad, no nos resultaría tan simpático si supiéramos que Isaac Newton, primer científico nombrado caballero y autor de Principia Mathemática, el libro de física más influyente de la historia, era un hombre envidioso, traicionero y mentiroso, que escribía artículos elogiosos sobre él mismo con la firma de supuestos admiradores.

Lo recomendable, entonces, es valorar la obra independientemente de las miserias o las bondades de su creador en cuanto persona, para que podamos calificar de insuperables los cuentos de Pedro Peix, a pesar de él mismo, o adjetivar como horribles los poemas de Joaquín Balaguer, sin dejarnos intimidar por su éxito político. De manera que echemos a un lado la honestidad de Jeannette Miller, su fe inquebrantable en Dios, su sentido de la solidaridad y la justicia, esa tierna sinceridad con la que te dice “barriga verde” sin ofenderte y para tu provecho, su humildad para reconocer y ensalzar el mérito ajeno, o la profesionalidad con la que estudia y opina sobre el arte dominicano; y veamos lo que nos dicen sus Cuentos de mujeres por ellos mismos y según la cualidad de autarquía que exige este difícil género literario.

Me permito empezar por la técnica. Como sabemos, la técnica es indispensable para el cuento, tanto, que algunos teóricos definen al género como una forma, como una estructura, en la que parece ser más importante la manera de decir las cosas que el asunto del cual se habla. Julio Cortázar y Carlos Fuentes, para solo citar dos autores, hablan de la ‘esferidad’ del cuento, de su circularidad, según la cual el cuento es un tema (trascendente como Una pasión en el desierto, de Balzac, o aparentemente intrascendente como El puente sobre el río del Búho, de Ambrose Bierce) encorsetado en una esfera, que debe funcionar como un pequeño universo con vida propia. También es parte esencial de la técnica del cuento su direccionalidad, que debe ser una sola y en un solo sentido, “una flecha disparada hacia un blanco”, como dijera Horacio Quiroga, “un aviador que antes de levantar vuelo está forzado a saber con seguridad adonde se dirige”, como recreara ese concepto Juan Bosch; y su intensidad, comenzar un cuento y llevarlo implacablemente hacia el final sin ninguna desviación, como aconsejan Antonio Skármeta y Edmundo Valadés.

Decir que los Cuentos de mujeres cumplen estos requisitos básicos del género sería descubrir "el hielo en cubito". No se podía esperar menos de una escritora ducha como Jeannette Miller, que asume el oficio con total responsabilidad, y suscribe el postulado de Bosch de que el cuento no tolera innovaciones sino de aquellos que primero dominan la esencia de su técnica. Lo que sí es relevante es la forma en que la autora logra hacer invisibles todos esos requerimientos formales, aportando a sus historias el poder de persuasión necesario para hacerlas creíbles, independientes, como nacidas de su propia materia proteica. Contrario a los cuentos de otros narradores de su estatura a los que se les notan las costuras, los puntos de unión del rompecabezas; los de Jeannette Miller son limpios, sin esos parchos que ponen en evidencia los mecanismos de la ficción y estropean el objetivo de la buena literatura, que es transportar al lector a un mundo alternativo, deseado o soñado. El premio Nobel peruano Mario Vargas Llosa lo dice con mejores palabras: “el gran triunfo de la técnica (…) es alcanzar la invisibilidad, ser tan eficaz en la construcción de la historia (…) que ya ningún lector se percate siquiera de su existencia, pues, ganado por el hechizo de aquella artesanía, no tiene la sensación de estar leyendo sino de estar viviendo una ficción que, por un rato al menos, ha conseguido (…) suplantar a la vida”.

Yo experimenté esa transportación al leer las historias narradas por Jeannette Miller en Cuentos de mujeres. A salvo del exhibicionismo técnico que no representó una tentación para la autora, pude adentrarme en la numerología tan presente en la cultura dominicana y que parece sugerir una clave en el cuento Tullío, en el que el protagonista, Ifigenio Encarnación de la Cruz Frías, ha matado, a las cuatro de la tarde, a una banda criminal integrada por cuatro hermanos, hecho por el que la madre de las víctimas ha insultado cuatro veces al matador con la palabra asesino. En este trabajo llama la atención la actividad sensorial: el olor de los jazmines, el sonido de la lluvia; y el contraste entre el temperamento hosco, taciturno del protagonista que parece esperar con resignación su destino, y las mujeres bullangueras, sensibles, que presienten la tragedia.

La gorda es un cuento antologable y no dudo que pronto se convierta en un signo distintivo de la autora, como lo es El gato para Armando Almánzar o Delicatessen para Miguel Alfonseca. Aunque escrito en clave de humor, con frases que provocan la risa como “me decían vaca marina, armario de tres puertas, albóndiga, tanque de guerra”; este cuento trata una historia terrible, dolorosa, que hace que nos identifiquemos con la protagonista, discriminada por su apariencia física, abusada psicológicamente por ser diferente al modelo socialmente aceptado, y deseemos que se haga realidad su sueño final.

En el cuento Tu voz destaca el deambular errático del protagonista por la ciudad, en un esfuerzo por evadir una realidad sobre la cual la autora nos facilita sutilmente la pista para su comprensión con dos detalles que, nueva vez, descansan en lo sensorial: un olor, el tacto.

El General es un cuento paradójico en más de un sentido: por un lado, muestra la nostalgia de una niña por la ternura de su abuelo militar, un hombre que por su profesión y el régimen dictatorial al que sirvió, se presume esté lleno de odio; y por otro lado, describe, con exquisita filigrana estilística, el suplicio al que eran sometidas las niñas por el ritual del peinado con agua de azúcar y cerveza y la vestimenta almidonada, cuando “comer en los calderos, tiradas en el suelo” era su sueño, su ingenua manifestación de rebeldía.

Joaquín, la muerte dobló por el callejón, es un cuento que explora la superstición en la cultura dominicana, y En esta casa nunca aparecen los cuchillos, es tal vez el cuento con mayor carga ideológica y el que plantea con más crudeza, críticas al modelo económico, al caos urbano, a la injusticia social.

El que más cuestiona el comportamiento masculino, los condicionamientos culturales que tienden a justificar el machismo, es el cuento titulado El calumniado, uno de los más logrados del conjunto. En éste los hombres no salimos muy bien parados que digamos, y el personaje-narrador (que no es el mismo autor, es bueno aclarar eso por la salud y la seguridad de Jeannette) nos llama “haraganes, puercos, brutos… que sólo trabajamos para fumar, beber y tener mujeres… que somos cuerneros y jabladores… que sólo servimos para dar gusto a las mujeres y preñarlas, pero nunca para casarse y formar familia…” Teófilo, el personaje compañero de universidad de la protagonista, nos retrata de cuerpo entero cuando dice: “Mi hermanita, no seas pendeja, los hombres no hemos nacido para ser fieles (…) la fidelidad es un cuento de la iglesia para tenernos narigoneados”. En este cuento, aprenderemos también los secretos sexuales de las mujeres bizcas; no dejen de leerlo, porque además del prontuario sobre machismo que emocionará a las feministas más aguerridas, El calumniado tiene un final doloroso y aleccionador en el que la protagonista toma una decisión valiente que, sin embargo, acorralada por una sociedad medularmente fálica, no la redime completamente de su sufrimiento.

Dije que La gorda podría resultarles el cuento más querido pero creo que la joya del libro es sin dudas Recuerdos de familia, cuento en el que el general, símbolo del macho abusador y de la opresión de la dictadura, tiene un final que el lector, independientemente de su ideología o de sus creencias, termina celebrando. Permítanme leerles un párrafo que ejemplifica el contexto del cuento, situado históricamente durante el régimen de Trujillo, pero que mantiene cierta actualidad: “La sociedad castrante de los generales y de las plantaciones, de los abolengos de familia que no aguantaban cinco lustros sin que apareciera el robo a mano armada, el tráfico ilegal o la sangre que bautizaba de héroes a los genocidas que todo lo justifican en el nombre de la Patria”. Este trabajo tal vez sea el que más evidencie la convicción de la autora de que la escritura tenga, además de una finalidad estética, una función social; como dijo el periodista y novelista Francesco Píccolo que dijo el también periodista y novelista Alessandro Baricco: “(Escribir)... es una especie de extraño servicio cívico. Noble, porque es arduo, a veces muy arduo, a su manera. Y moral, porque la razón de su necesidad no es evidente, sino subterránea, y sólo visible con una mirada que encuadre el mundo con una obstinada pretensión ética”. Pero quedamos en que no nos íbamos dejar ‘allantar’ por la “buenagentura” de Jeannette.

Macho Blusa es también un cuento formidable aunque con innegables deudas estilísticas con el criollismo y lo real maravilloso del Juan Bosch de Dos pesos de agua o de La bella alma de Don Damián.

Finalmente, El Angelus es una epifanía con rap de fondo y un hermoso cierre para un libro de cuentos de alta calidad, con el que la autora demuestra un manejo magistral de la psicología de los personajes y un dominio perfecto de los niveles de la lengua.

En una entrevista que le hice hace unos años a propósito de este libro que hoy estrena segunda edición, Jeannette Miller, siempre generosa con sus colegas escritores y con la literatura dominicana, afirmó que la cuentística dominicana tiene calidad mundial, citando como ejemplos de grandes cuentistas dominicanos a Hilma Contreras, Virgilio Díaz Grullón, Marcio Veloz Maggiolo, René del Risco Bermúdez, Angela Hernández, José Alcántara Almánzar, Pedro Peix, Armando Almánzar, Arturo Rodríguez Fernández, y sobre todo, a Juan Bosch, el maestro al que ella admira, el entrañable profesor al que todos añoramos. Sé que por modestia, por humildad, por ese alto sentido de la decencia que la distingue, ella no se incluyó en ese grupo de notables. Pero yo sí lo puedo decir por ella, y ustedes conmigo después de leer sus cuentos: la cuentística dominicana tiene calidad mundial porque, además de los escritores mencionados, cuenta con una escritora de la excelencia de Jeannette Miller.

Muchas gracias.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Yanela Hernández: “Tengo el compromiso de poner mi voz al servicio de la poesía”

Actriz, locutora, productora de radio y televisión, autora del libro-cedé Poesía Esencial Dominicana


Por Luis Martin Gómez

Yanela Hernández es optimista sin remedio y una muestra de su confianza desmedida es su apuesta a dos cosas que cada vez tienen menos seguidores: la poesía y la declamación. “Por eso insisto”, explica, “porque quiero ganar un público nuevo para estas dos artes”.

Tamaña tarea se ha impuesto pero no parece intimidada. Hace un aporte semanal a esta difícil empresa a través de su programa radial Voces a los cuatro vientos, en el que lee poemas de autores dominicanos y extranjeros; y ha publicado Poesía Esencial Dominicana, un libro-cedé que recoge trece poemas de igual número de poetas dominicanos de los siglos XIX y XX.

Antes, en 2009, con el auspicio del Ministerio de Cultura, había grabado tres cedés con una Antología de la Poesía Dominicana; y todavía antes (aunque no demasiado) era la niña avispada que los viernes de expresión artística en el colegio levantaba la mano con desenfado cuando la maestra preguntaba si alguien quería declamar algún poema. “Yo era la ‘afrentosa’ del grupo que se atrevía a declamar y desde entonces me gusta la poesía”.

LMG ¿Qué puede encontrar el lector en Poesía Esencial Dominicana?

YH Un cedé profesionalmente grabado y un libro bellamente editado con los poemas Ruinas, de Salomé Ureña de Henríquez, Gólgota Rosa, de Fabio Fiallo, A los héroes sin nombre, de Federico Bermúdez, Mi vaso verde, de Altagracia Saviñón, Poema de la hija reintegrada, de Domingo Moreno Jimenes, Yelidá, de Tomás Hernández Franco, Carta a compadre Mon, de Manuel del Cabral, Viejo negro del puerto, de Francisco Domínguez Charro, Paisaje con un merengue al fondo, de Franklin Mieses Burgos, Hay un país en el mundo, de Pedro Mir, Una mujer está sola, de Aída Cartagena Portalatín, Canto de amor a la ciudad herida, de Abelardo Vicioso y El viento frío, de René del Risco Bermúdez.

La selección fue hecha por la misma Yanela y por Guillermo Ricart Calventi, co-productor de Voces a los cuatro vientos, en base a los trabajos más emblemáticos de la poesía nacional. El libro, además de poemas y fotos de los autores, contiene comentarios de los intelectuales Odalís G. Pérez, Chiqui Vicioso, León David, Basilio Belliard, Bárbara Moreno, Plinio Chahín, Bruno Rosario Candelier, Manuel Rueda, Mateo Morrison, Angela Hernández, Ramón Tejeda y Tony Raful.

Poemas para leer y para escuchar

La novedad de Poesía Esencial Dominicana no descansa tanto en el libro impreso (se pueden encontrar estos trabajos en otras antologías) sino más en el cedé con los poemas declamados en los que Yanela ha volcado su larga experiencia como actriz y su gran talento como locutora, cualidades que le han valido cinco premios Micrófono de Oro y un premio Casandra. Sin embargo, la conjunción de texto y audio, ese abrazo entre palabra escrita y palabra hablada, da a este trabajo una singularidad en el mercado editorial dominicano como material de consulta y aprendizaje.

YH Siempre tuve la intención de que el trabajo tuviera un perfil didáctico, para que el estudiante de bachillerato, o el de literatura en la universidad, contara con un soporte para entender la poesía, y qué mejor manera de hacerlo que ofreciéndole la oportunidad de leerla y escucharla.

Al leer y declamar estos poemas (don Tiberio Castellanos, periodista y locutor, señala que hay diferencias entre una cosa y la otra), Yanela les da una dimensión nueva, los personaliza con su interpretación, abre una ruta estética para asimilar su ritmo, para disfrutar su cadencia. Igual a lo que hace el buen músico con la partitura, que reproduce con su instrumento los sonidos anotados en el papel pero añadiéndole el sentimiento de lo que él piensa quiso transmitir el compositor; el buen lector y el buen declamador de poemas, con las inflexiones de voz, las pausas, la velocidad, el tono, puede penetrar la esencia del poema, o bien enriquecerlo, descubriendo una sonoridad y un color ocultos que potencian la intención más íntima del poeta. En Poesía Esencial Dominicana, Yanela logra la sintonía perfecta entre el texto y la voz, entrando por mérito propio al prestigioso círculo de declamadores y lectores dominicanos de poesía, integrado, entre otros, por Julio Llibre, Héctor J. Díaz y Carlos Lebrón Saviñón. “Porque tengo el compromiso de poner mi voz, el instrumento que Dios me dio, al servicio de la poesía”.

De todas maneras, confiesa que aunque algunos poemas le salieron de primera intención, otros le dieron alguna dificultad.

YH Tuve que repetir muchas veces Ruinas, de Salomé Ureña, por el lenguaje propio de la época en que fue escrito. Pero me encantó declamar Yelidá, de Tomás Hernández Franco, al que acompañamos con música original de Víctor Taveras; me parece que en ese logré un buen enlace entre poesía, música y declamación. También me gustó el resultado de El viento frío, de René del Risco Bermúdez, un poema que es como un blues que habla de la nostalgia, los sueños perdidos, la ideología rota, el fin de la utopía…

LMG Eres muy versátil: locutora, actriz, productora de radio y televisión, y ahora antóloga, ¿qué no quisieras ser?

YH Una mala persona, eso no quisiera ser nunca, es mi reto diario, tratar de ser una buena persona, algo que cuesta mucho, pero me esfuerzo por ser solidaria con mis amigos y una buena madre para mis hijos.

Conversamos sobre este tema con Yanela Hernández mientras caminábamos por Calle Las Damas, donde queda el Panteón Nacional que guarda los restos de la poetisa Salome Ureña de Henríquez. No tuve que insistir mucho para que Yanela leyera Ruinas ante la tumba de Salomé. No sé si fue sugestión por la belleza de los versos o por la fuerza de la voz de Yanela que rebotaba en los muros centenarios del edificio, pero me pareció que la luz que se derramaba por los ventanales adquirió un brillo diferente y unas voces venidas de la nada demandaban al unísono: “lucha, insiste, tus títulos reclama: que el fuego de tu zona preste a tu genio su potente llama, y entre el aplauso que te dé la fama, vuelve a ceñirte la triunfal corona”.

El autor es periodista y escritor
Entrevista disponible en video en
www.youtube.com/yolayelou