sábado, 31 de marzo de 2012

Rafael Peralta Romero: “La didáctica es la peor enemiga de la literatura infantil”

Periodista y escritor, ganador de El Barco de Vapor por su novela De cómo Uto Pía encontró a Tarzán, autor de varios libros de literatura infantil, entre ellos, A la orilla de la mar

Por Luis Martin Gómez

Como de niños vivimos en el mismo barrio, Rafael Peralta Romero y yo tenemos el recuerdo común del ciudadano español que afilaba cuchillos y navajas en su amolador automático, una piedra circular corrugada adherida a una polea que era accionada por una correa conectada al abanico del radiador de un Austin color rojo. Por eso, cada vez que nos vemos, antes de intercambiar los saludos protocolares, echamos un duelo para ver cuál de los dos dice primero la frase “traiga su cuchillo, traiga su tijera, traiga su navaja, y traiga todo lo que sea de amolar...”, que era parte de la promesa publicitaria del moderno amolador, reproducida como un mantra por un megáfono colocado en el techo del auto picado por las chispas.

Pero Rafael y yo tenemos otra cosa en común: cultivamos la literatura infantil, él más que yo y con mejores resultados, pues ha escrito siete libros para niños y jóvenes, por uno de los cuales obtuvo el prestigioso premio El Barco de Vapor, de Ediciones SM. Ahora suma un nuevo título a esta literatura tan especializada con A la orilla de la mar, conjunto de historias que ocurren en Los uveros, ciudad literaria inventada por Rafael y que estaría localizada cerca de Miches, donde nació el autor.
  
LMG Nada, Rafael, ya se ha dicho otras veces, que no porque un libro esté escrito con lenguaje sencillo, tenga algunos dibujos y diga en la portada “Literatura infantil”, sea eso; tú que la escribes y estudias, ¿cuáles son las claves de este tipo de obra?

RPR Pues esos mismos detalles lo son, el libro para niños deberá tener un nivel de lenguaje simple, alguna delicadeza en su contenido  (qué va a inculcar, qué va a dejar en el niño), y hará uso de las repeticiones, para fijar algunos contenidos.

Peralta Romero no está ajeno a ese debate que se activa con cada obra de literatura infantil, y que de tanto abordarse se ha ido convirtiendo en un lugar común, el que cuestiona si las obras para niños deben necesariamente enseñar algo. El no considera apropiado que en un cuento infantil se premie al malvado pero tiene sus reservas sobre la forma en que se relacionan literatura y educación.

RPR Se ha dicho que la peor enemiga de la literatura infantil es la didáctica. Alguien ha usado el término “sirvienta” para indicar el nivel de dependencia de una respecto a la otra. Pienso que la literatura infantil, de por sí, es educativa. El hecho de que el niño lea, que se divierta leyendo, ya es un aprendizaje. Pero no procede el cuento o la poesía que busca que el niño se lave las manos, que respete a padre y madre, que crea en Dios. Yo digo que la literatura debe servir a la educación haciendo que el niño primordialmente mejore su capacidad comunicativa.

Con esto en claro y usando deliberadamente una forma de narrar que recrea la oralidad, Rafael Peralta Romero consigue en A la orilla de la mar un puñado de relatos que reivindican la figura del abuelo como contador de cuentos, como el chamán socialmente aceptado que tiende un puente entre memoria y deseo, entre mito e imaginación. En esta nueva obra podremos leer, por ejemplo, sobre “Mediopeje”,  un pez que es eso, medio pez, con un ojo, una aleta, pero con un corazón entero, incapaz de envidiar a esos otros peces “que andan llevándose el mar por delante”. O las peripecias de “Boquita, el maquey” para solucionar su problema inmobiliario, pues el caracol que habitaba le ha quedado chico y necesita urgentemente mudarse a otro, lo cual consigue con ayuda de un niño y su padre pescador. O las aventuras del intrépido Pez Caribe, quien decide probar suerte en el Támesis y luego, ignorado por los ingleses y afectado por el frío, decide regresar al mar cálido de su isla caribeña.

Contrario a la riqueza del texto y la creatividad de sus historias, A la orilla de la mar cojea en la parte gráfica. Los dibujos son francamente malos y demeritan el esfuerzo del autor. Tal vez una editorial exigente lo hubiera ayudado en este sentido. Por cierto, ¿confías en las editoriales o consideras que el marketing promocional aplicado a la literatura infantil condiciona al autor con temas y formatos que quizás no sean los que necesitan los pequeños lectores?

RPR No es malo. En otros países, Argentina, México, España o Cuba, la literatura infantil es una verdadera industria. Aquí, en cambio, ni es rentable para el autor, ni es negocio para las librerías, ni es preocupación del Estado, ni interesa a padres y maestros.

LMG Me gustó de tu libro que cuentas las historias como si lo hicieras verbalmente a un grupo de exploradores reunidos alrededor de una fogata, ¿has comprobado que esa técnica resulte más efectiva para despertar el interés en el cuento y aumentar su nivel de compresión?

RPR Me parece que sí, lo he probado y lo he vivido. Yo vengo de una generación de niños que contaba cuentos. Recuerdo que comenzábamos con la frase “si del cielo cae una canasta de huevos, cuantos tú cogerías…”, y el que decía mayor cantidad de huevos tenía que contar más cuentos. Utilizábamos la palabra oye: “oye lo que me pasó, oye lo que me contaron”.  Esto yo me lo propongo en mis trabajos,  que sea un niño el que cuente historias a otros.

Rafael y yo nos encontraremos otra vez y echaremos nuevamente el duelo sobre la frase del amolador automático. Mientras tanto, nos despedimos con otra frase común a nuestra infancia y que usábamos para indicar que la reunión se había terminado, esa que dice “se rompió la taza, cada quien para su casa”.

El autor es periodista y escritor
Entrevista en video disponible en www.youtube.com/yolayelou y 
http://vimeo.com/35703537

viernes, 16 de marzo de 2012

Miguel Reyes: “Vivimos de espaldas al mar”

Doctor en derecho, diplomático y escritor, autor de Océanos de tinta y papel y otras treinta obras

Por Luis Martin Gómez

La Yola amarilla nunca estuvo más en sus aguas que con este libro de Miguel Reyes: Océanos de tinta y papel, una historia de la navegación y del desarrollo marítimo dominicano, con el que Agencias Navieras B&R ha conmemorado su 90 aniversario.

Esta obra, excelentemente diseñada e impecablemente impresa, es una fascinante travesía que inicia hace 42 mil años en Australia con una balsa rudimentaria y atraca con un trasatlántico de última tecnología en los puertos dominicanos actuales.

Por la profusión de datos, fotografías, ilustraciones y mapas que contiene, este libro será un festín para los amantes de la navegación, y debería serlo también para todos los dominicanos, isleños que extrañamente miramos al mar con indiferencia, cuando se nos ocurre mirarlo.

MR Es que vivimos de espaldas al mar. Fíjate que en el malecón de Santo Domingo solemos sentarnos mirando hacia la ciudad y no al agua.

Miguel Reyes atribuye esta actitud a la falta de conciencia del dominicano sobre las riquezas marinas, asociada a la ausencia casi absoluta del tema en el currículo educativo nacional. “En Tuvalu, por ejemplo, conjunto de pequeñas islas localizadas en el Pacífico, sus poco más de 10 mil habitantes alquilan su mar para la pesca y en la escuela imparten materias relacionadas con el mar”.

Lo curioso es que, no obstante nuestro marcado desinterés por el mar, República Dominicana tuvo una de las más grandes flotas mercantes de Latinoamérica, que comenzó  en el siglo XIX con un puñado de goletas, bergantines y balandros, y llegó a tener numerosos buques, hasta mediados del siglo XX.

MR La flota fue abandonada gradualmente, en parte porque se asociaba mucho al nombre de Trujillo, le decían “la flota del dictador”. Finalmente, en la postrimería del llamado período de los doce años, la flota colapsó, pese a los esfuerzos del presidente Balaguer por reactivarla a través de incentivos y subsidios.

El yate Angelita

Océanos de tinta y papel “surca” cuatro grandes temas: Los precursores de la navegación, desde la balsa a las carabelas; Las rutas marítimas, circunvalaciones y grandes exploraciones; Vísperas de conquista y dominio de los mares; y Desarrollo marítimo de la República Dominicana. En esta vastedad temática,  desplegada amenamente a lo largo de 367 páginas de gran formato, algunos asuntos llaman especialmente la atención, como el Arca de Noé, la construcción antigua más famosa, sin dudas por la difusión bíblica de esta nave y su papel protagónico en un evento divino que revela la naturaleza vengativa de un dios irascible y poco paciente con el desempeño de su creación.

LMG ¿Crees que existió o es una recreación hebrea de un mito sumerio?

MR Para mí existió. En el monte Ararat, al Este de Turquía, se han encontrado fragmentos de lo que pudo haber sido una gran barcaza, con longitudes que se asemejan a las indicadas en la Biblia. Claro, hay que tomar en cuenta que la Biblia fue escrita por hombres que mezclaron hechos reales con sentimientos espirituales,  por lo que, aunque no se sostiene aquello de que Noé embarcó una  pareja de cada especie (el Arca medía, según el Génesis, 135 metros de largo por 22.5 de ancho y 13.5 de alto), sí es probable que un grupo humano construyera esta nave para sobrevivir a maremotos o inundaciones.

Una información que rompe dogmas históricos reseñada por Miguel Reyes en su libro es la hipótesis del descubrimiento de América expuesta por Gavin Menzies en su obra 1421, según la cual, el navegante chino Zheng He habría llegado al nuevo continente  71 años antes que Cristóbal Colón.

MR Menzies apoya su idea en el mapa realizado por Zheng He en el que se ilustraba la redondez de la tierra y se veía claramente lo que hoy es el continente americano. Este mapa fue comprado en la India por mercaderes venecianos que luego se lo facilitaron a Colón, lo que quiere decir que cuando el Almirante zarpó desde España ya sabía que la tierra era redonda y que existían nuevas tierras en dirección Oeste. La desventaja del navegante chino fue que no difundió su descubrimiento ni colonizó las tierras encontradas, como hicieron Colón y la corona española.

En Océanos de tinta y papel, que representó para Miguel Reyes la consulta de más de cien obras y la visita a varias bibliotecas en el extranjero,  hay muchos otros aspectos llamativos, como la habilidad marítima de los fenicios, el aporte de los piratas al avance de la navegación, los viajes de los vikingos a lo que sería América varios siglos antes que Zheng He y Colón, los primeros viajes de circunnavegación por portugueses e ingleses, la clasificación de embarcaciones y los sistemas de navegación. Pero hay un tema que pudiera ser más consultado que éstos, por el morbo que aún provoca todo lo relacionado con el dictador Trujillo y sus tropelías: el Yate Angelita.

MR Ese yate, construido en 1931 y adquirido por Trujillo en 1955, era muy usado por su hijo Ramfis para realizar fiestas desenfrenadas con actrices famosas y su grupo de camaradas conocido como La Cofradía. Es una embarcación lujosa, de 26 habitaciones, con manecillas, ducha y barandas en oro, y decoración en alabastro y mármol. En el Angelita se llevaron el cadáver de Trujillo y una gran cantidad de dólares con destino a Cannes, Francia, pero cuando la embarcación pasaba por las islas Azores, fue devuelta hacia República Dominicana.

Miguel Reyes señala que el Yate Angelita fue vendido en 1966 por el presidente Balaguer por la suma de 24 millones de dólares, dinero que se usó en la construcción de dos acueductos en Monte Cristi. El yate, ahora nombrado Sea Cloud, es utilizado con fines turísticos en el Mediterráneo.

LMG No puedo terminar la entrevista sin dejar de preguntarte, por razones evidentes, sobre el origen de la yola, ¿cuál fue su bisabuela?

MR La canoa, pero contrario a ésta, la yola no tiene quilla y por eso es tan peligrosa para viajes en mar revuelto.

Salvo para travesías literarias, diría yo, aunque en estos mares es inevitable, de vez en cuando, algún naufragio.

El autor es periodista y escritor
Entrevista en video disponible en www.youtube.com/yolayelou y 
http://vimeo.com/38527498

domingo, 4 de marzo de 2012

Marianela Medrano: “¿Cómo separarme de lo que me ha llenado tanto?”

Psicóloga y escritora dominicana residente en Estados Unidos. Autora de Diosas de la yuca y otros cuatro poemarios

Por Luis Martin Gómez


Como miles de mujeres dominicanas, Marianela Medrano le debe su exilio a Joaquín Balaguer. Ella tenía dos poemarios publicados y todas las ganas de seguir escribiendo entre Santo Domingo y su natal Monte Cristi, cuando los disparates económicos de un Balaguer obsesionado por trascender como el gran constructor contemporáneo, provocaron que en 1990 empacara maletas y huyera de precios estratosféricos, largas colas en las gasolineras, escasez de productos, divisas en fuga, fraudes electorales y funcionarios y empresarios aprovechando descaradamente la crisis para aumentar sus riquezas. Desde entonces, Marianela vive en Connecticut, Estados Unidos, donde se ha graduado de doctora en psicología y ha afianzado su carrera de escritora con varios poemarios más.

Veinte años  después, regresa a través de la palabra con Diosas de la yuca, un libro que navega hacia los orígenes de la isla, evocando la mirada serena y el canto feliz de una civilización sorprendida en su inocencia por conquistadores que impusieron su fe a cruz y a espada.

LMG Escribes sobre lo taíno desde un ámbito anglosajón, extraño camino de retorno, ¿no?

MM Sucede que lo taino siempre estuvo muy enraizado en mí; yo nací en un campo de Monte Cristi y crecí escuchando historias sobre ciguapas y apariciones de indios; jugaba con mis amigos a desenterrar caritas y otras piezas tainas; y mi abuelo paterno me contaba historias relacionadas con este tema que se impregnaron en mi imaginario.

Ya adulta y echada traumáticamente del terruño, Marianela retomó el tema cuando preparaba su tesis doctoral. Había pensado hacerla sobre la identidad cultural y su influencia en las adolescentes latinas, pero sus asesores la objetaron porque no encontraron pasión en la propuesta. “Recordé que una de mis profesoras me dijo que uno no busca el tema de una tesis sino que es el tema el que encuentra a uno. Así que me quedé tranquila, reflexionando, esperando que diera conmigo”.

Y el tema la encontró de una manera extraña. “Un día fui a navegar en canoa con mi esposo, era una tarde preciosa, la más hermosa que te puedas imaginar, estábamos en otoño y las hojas caían y se reflejaban en el agua, y repentinamente yo sentí que algo se apoderó de mi, una fuerza, no sé, y comencé a cantar el nombre de Anacaona”.

Esa experiencia cumbre, ese momento de éxtasis,  le inspiró la tesis y también poemas con los que termino componiendo Diosas de la yuca, un libro que parecía predestinado, pues Marianela tuvo la epifanía durante una travesía en canoa por un rio, coincidiendo con la creencia taína de que el agua tenía propiedades mágicas, curativas, de purificación; y celebró su historia cantando, como el areito con el que los taínos contaban la suya.

LMG ¿Qué descubriste de los tainos, a través de la poesía, que no nos hayan contado los cronistas e historiadores?

MM Diosas de la yuca es un diálogo poético con los relatos de los cronistas, principalmente Cristóbal Colón y Fray Ramón Pané, de manera que no estoy diciendo nada nuevo, sino que propongo un enfoque distinto con el que trato de rescatar muchas de las cosas que se quedaron perdidas en  los pliegos de la historia oficial.

Marianela no comparte mi opinión de que los fragmentos de crónicas que encabezan algunos de sus poemas pudieran estropear el misterio de su esencia. “Pienso que no; esos poemas lo que hacen es conversar con la cita, responderle, cuestionarla. Lo que si temo es que el lector, sintiendo que la cita es cerrada, aburrida, no quiera luego leer el poema. En todo caso,  la cita debe funcionar como un disparo que dé comienzo al poema”.

Diosas de la yuca contiene cinco momentos: Crónicas, Tristeza urbana, Genealogía, Reflejos en el agua, y el que da título al libro. ¿Cuál es el hilo que los hilvana?

MM La multiplicidad que nos caracteriza como personas, la fragmentación que está presente en los dominicanos que han emigrado; esas cinco partes tratan de formar el todo que somos, lo taino, lo hispano y lo negro; busqué deliberadamente esa multiplicidad de lentes.

Diosas de la yuca fue publicado en 2011 por la editorial madrileña Torremozas, la misma que ya le había editado a Marianela Curada de espantos, en 2002. Antes, en 1998, ella había abierto puertas en la literatura de habla inglesa con el poemario bilingüe Regando esencias. Y previo a su emigración, publicó en nuestro país Los alegres ojos de la tristeza, 1987, y Oficio de vivir, 1986, con los que, animada por Mateo Morrison y en compañía de otras cinco escritoras, recorrió media isla leyendo poemas, hablando con la gente. Ella no olvida aquella feliz experiencia, no quiere olvidarla, asegura.

MM Hay gente que dice que mi poesía no ha crecido porque no logro zafarme, pero yo no sé cómo hacer eso, ¿cómo separarme de lo que me ha llenado tanto?

Psicóloga que busca entender y ser comprendida, escritora exiliada pero anclada en el puerto de origen, Marianela es la dominicana que tuvo que zarpar pero no se fue nunca; sus ojos centellean con la puesta de sol que parece ocurrir un otoño en Connecticut y en realidad sucede en Monte Cristi, donde el reloj municipal que ilustra las postales turísticas se detuvo eternamente a las cinco y cuarentisiete, la hora del recuerdo.

El autor es periodista y escritor
Entrevista en video disponible en www.yolayelou.com/yolayelou y  http://vimeo.com/36020061